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422 MIGUEL ANXO PENA GONZÁLEZ esta actitud de total confianza no conseguimos que el hermano cam­ bie, se le debe denunciar al ministro general en el capítulo de Pente­ costés 32. Uniendo la festividad de Pentecostés con la elección de los ministros, Francisco está dibujando, con singular claridad, la influen­ cia que el Espíritu debe tener en toda la vida de la Orden. Si al mismo tiempo tenemos presente su deseo de poner al Espíritu Santo como ministro general, estamos mostrando el nivel de comprensión en que se mueve Francisco. Si el Espíritu, que es caridad perfecta, es el ministro general de la Fraternidad, las relaciones de los ministros deben basarse en las mismas categorías, amando a sus hermanos tal y como son sin pretender que sean mejores cristianos 33. 1.3. La EXPERIENCIA APOSTÓLICO-EVANGÉLICA En la vida de Francisco el anuncio del Evangelio es tarea funda­ mental de todos los hermanos. Todos los hermanos, sin distinción de clérigos o laicos, están llamados a exhortar a la penitencia, ya que, en un primer momento, su apostolado no se basaba en grandes sermo­ nes clericales al estilo tradicional34. Sin olvidar nunca el sentido emi­ nentemente realista y programático que confería Francisco a la predi­ cación, fórmula clásica de la actividad apostólica: «Todos los hermanos prediquen con las obras»55. Los hermanos, al acercarse todos los días a las poblaciones, se movían en dos niveles: el trabajo material, para ganar el sustento, y la exhortación a todos los fieles a la penitencia para provocar una auténtica conversión interior en ellos. Esta tarea 32 Es especialmente la fiesta de que todos los hermanos se reúnan para cele­ brar el capítulo, y se haga en Pentecostés, por iniciativa expresa del santo. • Todos los ministros que están en las regiones ultramarinas y ultramontanas, vengan una vez cada tres años y los otros ministros una vez cada año al capítulo de Pentecos­ tés* (IR 18, 2). «... los ministros provinciales y custodios en el Capítulo de Pentecostés, al que los ministros provinciales estén siempre obligados a concurrir juntamente, donde­ quiera que fuere establecido por el ministro general» (2R 8, 2). 33 Cf. CtaM 6-7. Es una sabia manera de tratar y relacionarse que debe llegar a todos los hermanos, sin escandalizarse ni conturbarse por pecado alguno. Sabiendo amar al hermano aún por encima de todas las debilidades posibles. 34 Cf. R. M a n se lli, o . c., 142-150. 35 IR 17, 3.

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