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ESENCIA DE LA POBREZA PRACTICADA POR FRANCISCO DE ASÍS 375 la estancia del obispo de Asís hasta ésta, ya en su último momento, Francisco es siempre el mismo en su delicado amor a la pobreza. Lo sabía bien su superior, quien le entrega unas últimas prendas de vestir con la prohibición de no poder dárselas a nadie. El santo se llena de alborozo por esta postrera limosna de su superior, pues le hace tomar conciencia de haber guardado hasta el fin fidelidad a su Dama Pobreza. Por nuestra parte, a la conciencia de Francisco nos atenemos más que nunca en esta ocasión. Ella testifica que el abra­ zo virginal entre Francisco y la Pobreza no conoció desmayo alguno a lo largo de toda su vida. Place recordar ahora algunos de los momentos cumbres en los que Francisco hizo más patente su amor a la pobreza. El eremitorio de Greccio evoca uno de ellos. No es para recordar con este nom­ bre la Nochebuena, tan conocida por la emoción festival que le dio Francisco. T. de Celano comenta así otra gran fiesta franciscana en Greccio: la Pascua. Como era tan gran día los hermanos prepararon la mesa mejor que de costumbre. Al advertirlo, Francisco se escabu­ lle, sale fuera y espera a que los hermanos inicien la comida. Es el momento para Francisco de llamar a la puerta como un pobre más, pidiendo una limosna por amor de Dios. Los hermanos, sin recono­ cerlo, le invitan a pasar por amor de aquel a quien ha invocado. Entra Francisco. Y ante el estupor de los suyos, pide una pobre escudilla para comer de ella en el suelo. Aprovecha entonces el momento para darles esta lección: «Más que los otros religiosos, nosotros debemos sentirnos obligados a imitar los ejemplos de pobreza del Hijo de Dios. He visto la mesa abastecida y adornada, y no la he reconocido como mesa de pobres que van pidiendo limosna de puerta en puerta»9. De seguro que lección tan plástica fue bien aprendida y recordada por los hermanos comensales de Greccio en aquella festividad pascual. Otro hecho que ha plasmado el arte —Sasseta lo inmortalizó— muestra el amor de San Francisco a la Pobreza en un sentido distin­ to. No es Francisco quien va hacia la pobreza, sino que es la Pobre­ za quien sale al encuentro de Francisco. He aquí cuán pulcramente relata el Doctor Seráfico este singular encuentro. «En una gran plani- 9 2 C., 61 . F. F., 499 .

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