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ESENCIA DE LA POBREZA PRACTICADA POR FRANCISCO DE ASÍS 407 un retorno a la inocencia paradisíaca del hombre creado por Dios a su imagen y semejanza. En su inocencia el trato con las creaturas venía a ser réplica cercana al primer trato del hombre con la obra de Dios. El mirar las cosas como creación de Dios y la inocencia de Francisco que así las contemplaba crearon ese peculiar clima reli­ gioso en el que germinaron las bellísimas anécdotas franciscanas de la convivencia con la naturaleza. Su atuendo de doctor no impidió a San Buenaventura ser largo en describirles. Recogemos algunas 92. Junto a Siena topó con un rebaño de ovejas. Éstas dejan su pasto y corren hacia Francisco, rodeándole con ruidoso agasajo. Tanto los hermanos acompañantes como los pastores quedaron admirados, viendo cómo en torno al santo brincaban y jugueteaban los corderillos. En la Porciúncula le ofrecieron una ovejita. La acep­ ta por su inocencia y sencillez. Y la enseña a que acompañe a los hermanos en el rezo de las horas canónicas y en la santa misa. Ella realiza fielmente las indicaciones de Francisco y viene a ser ejemplo en su reverencia al sacramento del altar. Al ir por las lagunas de Venecia se encontró con una banda de aves. Dice al compañero: «Las hermanas aves alaban a su Creador. Unámonos a ellas con nues­ tro rezo de las horas canónicas». No pueden, sin embargo, oírse mutuamente por el ruidoso alboroto de las mismas. Francisco las manda callar. Obedecen al santo hasta que éste concluye sus rezos y les da licencia para continuar su fiesta campestre. Entonces reanu­ dan las aves sus trinos y gorjeos. Concluimos esta deliciosa referen­ cia con el relato del halcón que anidaba cerca de donde Francisco oraba en la soledad del monte Alvernia. Traba el santo amistad con el halcón y éste corresponde a la misma, despertándolo con sus can­ tos y sonidos. Pero si advertía que el santo se sentía mal, pulsaba suavemente la campana de su voz a una hora más amanecida. Finalizamos este anecdotario con la observación de que éstas anécdotas, tan terrenas y celestes, ponen ante lo ojos de quien quie­ ra ver que San Francisco vivió en cordial convivencia con las crea- turas de Dios, como el papa Juan Pablo II ha subrayado en su cita- 92 Todas las anécdotas se leen en el cap. VIII de la Legenda Major. Resumo las descripciones dadas por San Buenaventura.

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