PS_NyG_1997v044n003p0371_0414

ESENCIA DE LA POBREZA PRACTICADA POR FRANCISCO DE ASÍS 403 Armuña son los campos en que los labradores de las mismas cose­ chan sus dorados trigos y sus valiosas lentejas. Pero qué lejos de la mente de Unamuno los cálculos utilitarios cuando así describe la Armuña dialogando con su Salamanca: «Miras a un lado, allende el Tormes lento... Y de otro lado, por la calva Armuña, / ondea el trigo de oro cual tu piedra (la de Salamanca) / y entre los surcos al morir la tarde / duerme el sosiego»83. M. de Unamuno decía de sí ser más sentidor que pensador. Pues bien: este poeta sentidor contemplaba los campos de la Armu­ ña, que tantas veces recorrió, en perspectiva poética. Los campos le hablaban entonces, no de beneficios comerciales, sino de calma y sosiego; de paz y esperanza a la espera de lo eterno. De aquí que la clara carretera de Zamora, desde la que se abría a la ancha y larga planicie de la Armuña, le fuera un *sonadero feliz». Eran los momen­ tos dichosos de sus mejores ensueños. Los que le consolaban a la espera del «más allá»84. Es, por tanto, muy distinta la manera de ver las cosas que tiene el labrador, que con ojo codicioso se pasea por sus campos, y el poeta, que admira en ellos el símbolo del sosiego y de la paz. Y, sin embargo, ni una ni otra hacen suya la visión franciscana del ejemplarismo: ni el ascendente como itinerario hacia Dios, ni el de presencia, que lo siente a su vera y por doquier. Convienen la visión del poeta y la franciscana en desentenderse de las ruines ganancias de las cosas en el comercio humano. Pero el poeta se atiene al mero simbolismo naturalista, mientras que es esencial a la visión francis­ cana vincular las cosas con su Creador que les dio el ser y su Sus­ tentador que las mantiene frente al no ser. Pensamos que estos tres momentos de ver las cosas debieran hallarse presentes cuando se habla sobre la pobreza y sobre su influ­ jo en la visión cósmica franciscana. La visión interesada del labrador no cala en las cosas, por quedarse en la superficie de su utilidad. La visión estética del poeta penetra más a lo hondo en la belleza de 83 A. y o. c., 179. 84 Impresiona que este poeta pensador, tan discutido y discutible en sus atre­ vidos juicios religiosos, haya sentido el tema franciscano de la limosna. En un poema canta así: «... en limosna da Dios la vida. La vida es limosna», o. c., 254.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz