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396 ENRIQUE RIVERA tres estados: uno ínfimo, pues consiste en la observancia de los man­ damientos legales; el segundo, medio, que consiste en el cumpli­ miento de los consejos espirituales; y el tercero, supremo, que con­ siste en la fruición de los goces sempiternos» 69. En estas líneas se condensa una orientadora teología sobre los grados de perfección, que tienen el respaldo de las respectivas virtudes. No es parco en hacer elogios a la pobreza San Buenaventura en su Apología paupe- rum. Pero no porque se halle en ella la perfección, sino por ser la ineludible vía para que el alma pueda ascender a Dios por la virtud suprema de la caridad. Fue una desdicha que tan fundada teología franciscana no haya sido compartida por muchas almas ardientes, pero sinceras, de los espirituales, quienes, sobre fundamentos inconsistentes, se empeñaron en considerar la pobreza como reina de las virtudes y culmen de la perfección evangélica. Respecto del Sacrum Commercium el historia­ dor de las ideas advierte no tan sólo distancias, sino también una clara oposición. Apena que no se haya mantenido en la orden «seráfica» esta doctrina iluminada del doctor seráfico sobre le primacía de la caridad. Hallamos un anticipo autorizado de esta enseñanza de San Bue­ naventura en su seráfico Padre Fundador. Pudieran alegarse múlti­ ples testimonios. Nos atenemos exclusivamente a uno, pero de pri- merísimo valor: la Regla de 1221, llamada Regula non Bulata (RnB). En discrepancia muchas veces con la Vida de San Francisco del docto franciscanista P. Sabatier —el mismo reconocía tener que ser así para el lector franciscano— simpatizamos con su entusiasmo por la RnB de 1221. De ella escribe: «No es una regla, sino una serie de llamadas emotivas, donde el corazón del padre habla, no para orde­ nar, sino para convencer, para impresionar, para despertar en el fondo del corazón de sus hijos el instinto del amor»70. Señala S. Fran­ cisco el objeto primario de este amor ya en el prólogo de la misma, al iniciarla con estas palabras litúrgicas: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Si la Trinidad abre esta Regla de San Francisco, se cierra con la invocación mil veces repetida: * Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio... 69 Apología, III, 2; O. O., VIII, 244-45. 70 P. S a batier , Vie, o. c., 291.

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