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372 ENRIQUE RIVERA de la repugnancia merced a un hondo sentimiento de vida y fuerza»]. Rectifica, en verdad, M. Scheler el intento de aplicar a la pobreza de Francisco el pesimismo cátaro. Más directamente impugna el resen timiento que F. Nietzsche atribuye al cristianismo en sus virtudes nega tivas. Para este filósofo la pobreza franciscana se hallaría entre ellas. Sería, por lo mismo, un producto del frío resentimiento. Contra tal interpretación sentencia decididamente M. Scheler: «San Francisco ve, incluso en la chinche, la vida, la santidad»2. Con todo, pese a esta honda defensa, no parece que M. Scheler, a quien J. Ortega y Gasset declara «embriagado de esencias», haya lle gado a percibir la esencia íntima de la pobreza sanfranciscana. No menta en su honda reflexión la raíz, clave y motivo de esta pobreza: Cristo Jesús. Es, sin embargo, este Cristo el modelo que tiene Francis co ante sí; el que le incita a imitarle. Ello explica que Francisco, en el pobre que pide limosna en su necesidad, vea al mismo Cristo que se hizo pobre por nosotros. Y hasta en el gusanillo, que se arrastra por tierra, crea simbolizado al que el profeta describió: «sum vermis et non homo *- «soy gusano y no hombre». Con la tradición cristiana, este gusano viene a ser para Francisco, su Cristo amado. Esta inicial reflexión, que surge al primer trato con el santo, nos abre a puerta a la esencia de la pobreza sanfranciscana. Grandes hori zontes nos hace entrever esta pobreza, tal como fue pensada y vivida por Francisco. Sobre ello vamos a reflexionar detenidamente. I. HECHO HISTÓRICO DEL AMOR DE SAN FRANCISCO A LA POBREZA El método fenomenológico, aplicado a las vivencias anímicas, pide inicialmente tener ante sí, en plena transparencia, el hecho vivencial cuya aclaración se busca. Toca, pues, poner en máximo 1 Max S c h eler , El resentimiento en la moral, trad. de J. Gaos, Revista de Occi dente, Madrid, 1927, p. 100. 2 A. y /. cit. En nota añade que cuando Francisco se opone a lo que significan las palabras «nobleza, orgullo, sabiduría del mundo» tan sólo significaba con ello la relativa subordinación del mundo a los valores de Dios.
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