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ESENCIA DE LA POBREZA PRACTICADA POR FRANCISCO DE ASÍS 387 anécdota es refrendada por Francisco años después. Ante el entu­ siasmo popular que suscitaba en pos de sí, el obispo de Terni tiene la feliz ocurrencia de declarar que Dios había ilustrado a su Iglesia por este pobrecillo, simple e iletrado. Al oírlo el santo, se echa a sus pies, diciendo: «Me has dispensado un gran honor, señor obis­ po. Dotado de discernimiento, has distinguido lo precioso de lo vil y has dado a Dios la alabanza y a mí el desprecio»43. Estas sencillas y aleccionadoras anécdotas ponen en evidencia la nota esencial y típica de la pobreza franciscana. Quien la posee se juzga a sí mismo y todas las cosas como don de Dios. Desde esta perspectiva debe el alma contemplarlas y utilizarlas. Con su genio intuitivo Francisco ha cifrado tan alta enseñanza sobre la pobreza en un título que da a Dios. No se halló este título en las grandes sumas teológicas, tan largas en cuestionar los atribu­ tos divinos. Francisco halló uno, no escrito en ellas. Ante el fracaso de unos caballeros que le acompañaban por no poder comprar nada con sus dineros, Francisco les dice: «Volved a pedir de limosna. No os avergoncéis, porque el Gran Limosnero — «Eleemosynarius Ule magnus» — lo da todo con su gran piedad». Tanto Celano como San Buenaventura nos han conservado este candoroso título dado a Dios por Francisco 44. Resume este título cuanto de más profundo e inci­ tante puede decirse de la pobreza franciscana. Confiesa ésta que no tenemos nada en propio. Que de Dios, nuestro buen Limosnero, lo recibimos todo. Y porque todo nos lo da, pide que le seamos agra­ decidos. Y que ulteriormente troquemos los dones recibidos en donación hacia los que son nuestros hermanos en el Padre común, que nos habló en estos términos por su Hijo: «Gratis accepistis, gra­ tis date» (Mt 10, 8). El tercer momento de comparación entre la pobreza de San Francisco y la de San Juan de la Cruz reconsidera su respectiva acti­ tud ante las creaturas: obstáculo o escala en nuestra ascensión hacia Dios. Para que se palpe mejor la línea mental de ambos santos con­ trastamos el primer libro de Subida del Monte Carmelo, donde San Juan de la Cruz expone su exigente ascesis de repulsa de las crea- 43 2C., 141; F. F., 569. 44 2C., 77; F. F, 515; Legenda Major, 7,10; F. F., 810.

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