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386 ENRIQUE RIVERA ascender a la divina unión que el alma renuncie a cualquier apetito, por mínimo que sea 40. Es partidario San Francisco de esta renuncia total que exige Juan de la Cruz. Ya dijimos que, referente a los bienes materiales, aunque firme contra toda posesión, fue más bien parco en señalar los modos posibles de utilizarlos según las circunstancias. Sin embar­ go, respecto de la pobreza de espíritu es sumamente exigente y rei­ terativo. A este propósito es aleccionador el comentario a la primera de las bienaventuranzas: Beati pauperes spiritu... Anteriormente la comentamos. Ahora reiteramos que Francisco no se contentó con desestimar la pecunia y el dinero. Va al fondo del ser humano y le pide renuncia total, pobreza absoluta. Mayor radicalismo que éste no es fácil imaginar. Podemos, pues, decir que el seráfico Francisco y el doctor del Carmelo se dan la mano en la desapropiación de todo apetito desordenado para subir, desnudos, al encuentro con Dios 41. Y con todo, podemos advertir en la altísima pobreza de ambos santos un matiz diferenciador. Consiste en que San Juan de la Cruz prospecta su pobreza radical desde abajo, desde lo subida al monte de la perfección. Por el contrario, San Francisco se sitúa ante la bon­ dad del Padre celeste. Lo contempla como fuen te de todas las cosas, quien en su libérrima generosidad se desborda en las múltiples exis­ tencias que nos rodean. Su pobreza lo ve todo como don de Dios. Recordamos a este propósito una anécdota de T. de Celano, quien sin duda la ha tomado de los Tres Compañeros 42. Aconteció que un hombre de Asís, llamado Bernardo, se acercó a Francisco con esta pregunta: «Si alguien tiene bienes de su señor y no quiere ya retenerlos, ¿qué debe hacer?«. Francisco le responde que debe devolverlos todos a su señor, de quien los había recibido. A lo que Bernardo replica: «Sé que cuanto tengo me lo ha dado Dios, y estoy ya dispuesto a devolverle todo, siguiendo tu consejo». Tan ejemplar 40 San Juan d e la Cruz, Subida del Monte Carmelo, lib. I, caps. VII-XI. 41 «Nudus cum nudo - vino a ser un lema de San Francisco, según ya hemos comentado. Para San Juan de la Cruz la desnudez es una constante en su obra. Espe­ cialmente en Subida... En el cap. III, 4, vincula la desnudez con la pobreza. 42 2C., 15; F. F., 456-7.

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