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ESENCIA DE LA POBREZA PRACTICADA POR FRANCISCO DE ASÍS 383 de difícil praxis por vincular el ideal de pobreza al cumplimiento de la Regla, que pudo ser interpretada de modo más amplio o más estrecho. De hecho fue un avatar muy perjudicial para la Orden la tendencia a razonar más desde el aspecto jurídico de la Regla que desde el ideal de pobreza, proclamado por San Francisco en su Testamento. En lo tocante a la pobreza de espíritu, San Francisco mantuvo una actitud rígidamente negativa, por la que eliminaba todo viso de apropiación. Y es muy de notar que si San Francisco fue parco en señalar los modos de utilizar los bienes materiales según las circuns­ tancias, por lo que toca a la pobreza de espíritu fue sumamente exi­ gente y reiterado. Es aleccionador su comentario a la primera biena­ venturanza: Beati pauperes spiritu... Tan propia del espíritu vio esta pobreza que no hace alusión alguna a los bienes materiales sino que se enfrenta directamente con el orgulloso, incapaz de sufrir una palabra de injuria o que se le quite la cosa más mínima sin encole­ rizarse. «Estos tales, sentencia el santo, no son pobres de espíritu, porque quien es pobre de espíritu se odia a sí mismo y ama a los que le golpean en la mejilla»34. Confirma el hondo sentido que Francisco tiene de la pobreza de espíritu su interpretación teológica del pecado de envidia. Lo denuncia como blasfemia. Parece esto algo enorme. Y, sin embargo, justifica esta dura acusación en que el envidioso se irrita por los dones que Dios ha concedido generosamente al hermano. «Envidia al mismo Altísimo, dice textualmente San Francisco, pues es Dios quien dice y hace todo bien»35. Llegamos en este momento a percibir una de las más bellas y eficaces maneras de actuar la pobreza franciscana: la de poner al alma con cuanto es y posee en manos del Padre bueno del cielo, de quien recibe todo bien: el de ella, el de sus hermanos, el del mundo entero. Ampliaremos posteriormente esta gran nota de la pobreza franciscana. Merece ser debidamente ponderada. 34 Admonitiones, XIV, 1-4; Opuscula..., 72-3. 35 Admonitiones, VIII, 3; Opuscula..., 69.

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