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380 ENRIQUE RIVERA altísimo Padre desde el cielo al seno de la santa y gloriosa Virgen María y en él recibió la carne verdadera de nuestra humanidad y fragilidad. Y, siendo Él sobremanera rico —alude aquí al primero de los textos de San Pablo— quiso, junto con la bienaventurada Vir­ gen, su madre, escoger en el mundo la pobreza»23. Lo recuerda igualmente en la Regla Bulada, cuando en el capítulo sexto descri­ be la más absoluta pobreza y amonesta a los hermanos que vayan a la limosna confiadamente, por esta suprema razón: «Pues el Señor se hizo pobre por nosotros en este mundo »24. En el segundo texto de San Pablo en su Carta a los Filipenses, se pondera la anonación de Cristo hasta el despojo total en absoluta pobreza. Por dos veces viene a la pluma de Francisco. En las Admo­ niciones compara la humillación primera de Cristo al venir a este mundo con la diaria de hacerse presente en la Eucaristía 25. En la Carta a toda la Orden recuerda también este texto paulino para ponderar la obediencia de Cristo hasta la muerte de cruz 26. El entre­ cruce de ambos textos pone en evidencia la presencia amorosa que de Cristo pobre y humilde tenía ante sí Francisco. En esta presencia amorosa se halla, en verdad, la raíz profunda y jugosa de su encen­ dido amor a la pobreza. Una anécdota que refiere T. de Celano habla muy alto de esta presencia amorosa en Francisco. Hallándose gravemente enfermo un hermano le insinúa que para su consuelo podría leérsele algu­ na página de los profetas bíblicos. Le responde en estos impresio­ nantes términos: «Bueno es recurrir a las Escrituras. Pero tan solo su recuerdo me basta para meditar y contemplar. Ahora no necesi­ to de muchas cosas: «sé a Cristo, pobre y crucificado» - «scio Chris- tum pauperem et crucifixum» 27. Esta sentencia, a lo largo del tiem­ po, ha pasado a la memoria de sus hijos como indeleble consigna. En tres realizaciones históricas vieron que Francisco se fijaba espe­ cialmente en la pobreza de su ejemplar Cristo: cuando nace en un pesebre, arrullado por humildes bestezuelas; cuando en su ir 23 Epistola ad Fideles, II, 4-5; Opuscula..., 115. 24 RB., VI, 3; Opuscula..., 231. 25 Admonitiones, I. De corpore Domini, 17-19; Opuscula..., 61. 26 Epistola toti ordini missa, 46; Opuscula..., 148. 27 2C., 105; F. F., 535.

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