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364 JAIME REY ESCAPA Dios sería para ellos objeto natural de la mente humana, y por con­ siguiente fin natural conseguible. En conclusión, la visión inmediata de Dios pertenecería a la competencia natural del intelecto humano. A su vez, para los teólogos, la visión natural de Dios es absolu­ tamente sobrenatural. La transcendencia metafísica de Dios lleva como consecuencia la incapacidad intrínseca del intelecto humano para conocer a Dios. La revelación sobrenatural se hace necesaria. Es solamente por la voluntad divina por la que el hombre llega a la perfección de la comunicación inmediata con Dios: «Como se ve, en torno a esta cuestión discuten los filósofos y los teólogos. Los filósofos admiten la perfección de la naturaleza y niegan la perfección sobrenatural, y los teólogos, por el contra­ rio aceptan el defecto de la naturaleza, la necesidad de la gracia y la perfección sobrenatural»115. Escoto opina que el fin último del hom bre es sobrenatural, por­ que la intuición y el amor inmediato de Dios, transcendente e infi­ nito, es absolutamente desproporcionado a la finitud de la actividad humana. Pero al mismo tiempo es natural, porque esta tendencia hacia el conocimiento y el amor más grande está inscrita en su pro­ pia naturaleza: «Concedo qu e D ios es f i n n a tu ra l d el hom bre, no conqu istable d e modo natural, sino sobrenaturalmente»n6. La naturaleza del ser intelectual sólo llega a su perfección defi­ nitiva en la visión intuitiva de Dios, y la voluntad sólo encuentra su plena felicidad en la unión inmediata con Dios. Sin embargo, el hombre no puede conocer naturalmente 4n statu isto», porque Dios no tiene una relación natural real con la criatura, es solamente obje­ to voluntario, es decir, el hecho de manifestarse como fin de la cria­ tura depende de su libre voluntad: «Dios, como esencia en sí misma, no es conocido natural­ mente por nosotros, porque bajo la razón de tal cognoscibilidad 115 «In ista quaestione videtur controversia inter philosophos et theologos. Et tenent philosophi perfectionem naturae, et negant perfectionem supernaturalem; theologi vero cognoscunt defectum naturae et necessitatem gratiae et perfectionem supernaturalem». Ord. I prol., n. 5; ed. Vat., I, 8. 116 «Concedo Deum esse finem naturalem hominis, sed non naturaliter adipis- cendum sed supernaturaliter». Ord. I prol. n 32; ed. Vat., I, 19.

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