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320 JAIME REY ESCAPA gía como ciencia práctica orientada al amor. Dios, en cuanto objeto primero de la teología, se hace cognoscible para ser, a un tiempo, apetecible y alcanzable. Dios es nuestro fin último y amarlo y desearlo es verdaderamente praxis, que no deriva, por naturaleza, del cono­ cimiento, sino de la libertad: «Pero amar y desear el objeto conocido y amado, y amarlo y desearlo en cuanto puede circunstanciarse de esta o de aquella manera, esto es verdaderamente praxis, la cual, lejos de seguir naturalmente a la aprehensión del objeto, es libremente producti­ ble con rectitud o sin ella»6. En este punto, Escoto puede ayudarnos a un correcto plantea­ miento de las relaciones entre teocentrismo, cristocentrismo y antro- pocentrismo. Mantiene una opción preferencial por la dimensión teo- céntrica, pero sin olvidar al hombre. Dios ocupa el centro, pero en el Hombre-Jesús de Nazaret está el punto de encuentro entre teocentris­ mo y antropocentrismo. Dios quiere ser glorificado, y esta gloria la encuentra expresada de forma sublime en su obra por excelencia: Cristo glorificador de la Trinidad, al que se une toda la humanidad en su función de glorificador. Este acto de glorificación lo lleva a cabo Cristo salvando a los hombres. También los hombres glorifican más y mejor a Dios cuando colaboran en la obra de salvación y crean espa­ cios de vida: «La gloria de Dios es el hombre viviente »1. La teología del primado de Cristo nos introduce en una nueva comprensión de las relaciones entre Dios, Cristo y las creaturas. Dios aparece como amor ordenado y libre, y lo es ele modo infinito, ya que, según Escoto, la infinitud es su característica más propia y con­ figurante. Este amor le lleva a Dios a amar, en primer lugar, su pro­ pia esencia; a continuación este amor le mueve a predestinar a Alguien que le pueda ofrecer un amor perfecto, este es Cristo, y junto con Él, a todos nosotros y las demás creaturas: 6 «Sed amare et desiderare obiectum cognitum, et hoc sic vel sic circumstantio- nabile, est vere praxis, nec naturaliter consequens apprehensionem, sed libere - recte et non recte elicibilis». Ord. prol., n. 298; ed. Vat., I, 197. 7 «Gloria enim Dei vivens homo». S. I ren eo , Adversus haereses IV, 20, 7, SChr 100 bis, Paris 1965, 648; PG 7, 1037.

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