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LECTURA «EN CLAVE ACTUAL» DE LA CRISTOLOGÌA.. 341 cuanto Hijo de Dios encarnado, es considerado como el principio unificador de toda la historia humana y de todo el universo. Dios no es sólo amor y vida, es autodonación. Por eso, es Trinidad. Hacer al hombre a su imagen y semejanza rompe el esquema amo-esclavo sustituyéndolo por un esquema de amor y libertad. Cristo aparece como el punto de encuentro entre Dios y el hombre, y no sólo como el restaurador de un orden inicial quebrantado: «El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que, Hombre perfecto, salvará a todos y recapitulará todas las cosas. El Señor es el fin de la historia humana, punto de conver­ gencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civi­ lización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y ple­ nitud total de sus aspiraciones [...] Vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra» [Ef 1, 10] (GS 45). No es menos importante el logro de haber redescubierto la cate­ goría de la gloria: Jesús como la gloria de la Trinidad y como el Sumo glorificador de la Trinidad. Dios, según Escoto, manifiesta su gloria glorificando al hombre; quiere amarse a sí en los otros. Cuando se subraya excesivamente la vertiente soteriológica del mensaje evangéli­ co, queda un poco en penumbra la dimensión glorificadora. El hom­ bre encuentra sentido a su vida cuando descubre su vocación de «glo­ rificador» de la Trinidad junto con Cristo: para esto hemos sido predestinados. Esta visión nos puede ayudar a redescubrir el sentido más genuino y primario de toda la liturgia: «contar» y «cantar» la gloria de Dios manifestada en la salvación que se nos ha revelado en Cristo. Quizá el logro más significativo de la cristología escotista y de toda la escuela franciscana ha sido la especial atención a lo huma­ no en Jesús. A la sensibilidad teológica de hoy le gusta presentar a Jesús como el enviado por Dios para liberar a la humanidad de las diversas formas de esclavitud que alienan al hombre, especialmente en la esfera histórico-concreta, social y política. Hemos de tener siempre como punto de partida la libre apertura del amor de Dios en Jesucristo a la humanidad y la respuesta libre de la humanidad a Dios, expresada y vivida radicalmente al estilo de Jesús:

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