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LO ABSOLUTO Y LA REALIDAD 245 En consecuencia, la exposición positiva de lo absoluto, que empezaba contraponiéndose a la negativa, se nos muestra como «una apariencia» (ein Scheinen). En efecto, lo verdaderamente positi­ vo no son las determinaciones, sino lo absoluto mismo (WL II, 160- 471). El hecho de que nos apoyemos en determinaciones concretas no significa nada a la postre, puesto que todas ellas están destina­ das, abocadas a lo absoluto, tienen en él su término (ihr Ende [ibid.]). Reaparece aquí, con toda su fuerza, un punto de vista que ya Hegel había hecho valer en Dff (17 ss.): «die Beziehung auf das Absolute». Ahora bien, en este tipo de consideración lo absoluto no se ha hecho valer desde el primer momento como verdadero punto de partida, sino que aparece únicamente como término del proceso. La reflexión toma «una determinación extrínseca a lo absoluto» y llega a éste, que se revela como el verdadero fundamento de las determinaciones y en el cual éstas desaparecen. Se pone en juego, por así decirlo, el esquema del argumento cosmológico. En aparien­ cia, pues, no hemos ganado nada, pues da la impresión de que vol­ vemos a la consideración, presuntamente superada, de la «exposi­ ción negativa». Y, sin embargo, el camino recorrido no ha sido inútil, no ya por­ que lo absoluto se nos muestra como un resultado —perspectiva dis­ tinta de la habitual— y porque las cosas se nos muestran como algo que está en camino de regreso hacia su fundamento —perspectiva ésta que también es distinta de la habitual. Más importante aún es que «de hecho la exposición de lo absoluto es su propia actividad» (WL II, 160-471). Lejos de ser una reflexión externa a lo absoluto mismo en el sentido de que, partiendo de las determinaciones, en cuanto simplemente distintas de lo absoluto, se llegue a éste, dicha reflexión sobre las determinaciones es la forma como el mismo abso­ luto comienza «cabe sí» (bei sich) para llegar a estar «cabe sí». Que lo absoluto sea el comienzo no significa ni que sea la rea­ lidad absolutamente perfecta, de la que depende toda otra realidad, ni tampoco que sea considerado como el «primum notum», a partir de cuyo conocimiento sea posible conocer todos los demás objetos; significa, por el contrario, que es lo absoluto mismo quien comien­ za por realizarse a sí mismo en la serie de sus múltiples y variadas determinaciones; que es, en consecuencia, el resultado no simple­ mente de otras cosas en cuanto otras, sino el resultado de sí mismo,

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