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LO ABSOLUTO Y LA REALIDAD 305 que lo uno se traduce o transpone inmediatamente en lo otro. El «inmediatamente» tiene a su vez una doble vertiente. De una parte, acentúa que no hay nada interno que no devenga externo y al con trario. De otra parte, al ser aún sólo inmediato, este recíproco tradu cirse ha de explicitarse como tal, lo que sólo se cumple en el ámbi to de la «relación absoluta» (cf. E, § 133). 3) A continuación aparece deducido, por vez primera que yo sepa en el contexto de lo que es y representa la Lógica, el concep to de actividad, tan fundamental en el sistema de Hegel: «Este auto- movimiento de la forma es actividad (Tätigkeit), activación (Betäti gung) de la cosa, en cuanto fundamento real, que se supera en dirección a la realidad, y activación de la realidad contingente, de las condiciones, es decir, su reflexión en sí y su autotranscenderse en otra realidad (zu einer anderen Wirklichkeit), en la realidad de la cosa» (E, § 147, p. 288). El concepto de actividad no se aplica, por lo que yo sé, a cual quier tipo de «acción». Es algo complejo, tanto por su proyección como por su sentido. En cuanto a lo primero, la actividad se ejerce en una doble dirección. Es, por de pronto, activación de la cosa en el sentido de genitivo objetivo. Es decir, no se trata sólo de que la cosa, que es lo interno, se actualice a sí misma al exteriorizarse. Esto es cierto, pero es ya un momento anterior, asumido, que se ha reve lado como insuficiente desde la perspectiva de la totalidad de la forma, que tiene un carácter envolvente. Lo que quiere decir que no basta explicar lo uno por lo otro, y al contrario, sino que es pre ciso recurrir a la mediación recíproca. Con ello la actividad adquie re una especie de autonomía y se convierte, en mi opinión, en la clave para entender el concepto de realidad. Al igual que sobre la cosa, la actividad se proyecta sobre las condiciones mismas, hacien do que se transformen en «la realidad de la cosa». Con ello es claro que el sentido de la actividad, aquello en que en verdad se consuma, no es ni la cosa, ni menos las condiciones, sino la realidad de la cosa. Gravita ciertamente sobre la cosa, pero para transformarla en verdaderamente real, y no simplemente para educir sus virtualidades. Vuelve, pues, a acentuarse la dimensión de exteriorización o manifestación, pero vista en una mayor compleji dad y además desde el punto de vista del carácter envolvente de la actividad. Las implicaciones que esto tiene se verán en § 148.
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