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304 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ dad concreta de la forma para sí, el inmediato traducirse de lo inter­ no en lo externo y de lo externo en lo interno» (E, § 147, p. 288). Supuesta la posibilidad real, entendida como «la totalidad de las condiciones» y habida cuenta, por otra parte, de que, como ya se ha visto, no se trata de una progresión indefinida, sino de una progresión que simultáneamente es re-gresión, o si se quiere auto- rrealización, es obvio que estamos ante la totalidad misma, y no ante una totalidad parcial, como sería el conjunto de todas las con­ diciones que confluyen en la posibilitación. Se trata de la totalidad sin más que, por supuesto, incluye al contenido. Éste ha adquirido además, de acuerdo con el carácter circular de lo real, un sentido peculiar. Concretamente, no es el contenido simplemente en cuanto que está ahí, sino «la cosa determinada en y para sí» (die an und für sich bestimmte Sache), es decir, el contenido en cuanto verdaderamente presente a sí mismo en el conjunto de sus múltiples determinacio­ nes. O de otra forma, el contenido está determinado no justamente en cuanto que se delimita frente a lo otro, sino en cuanto que en lo otro se determina a sí mismo, con lo cual propiamente se supera la alteridad. Según una expresión que ya nos es conocida, el conteni­ do ha devenido coincidente consigo mismo. «Este movimiento de la posibilidad real que se supera a sí misma (es decir, se supera en cuanto que no se pierde en la serie indefinida de los condiciona­ mientos extrínsecos, MA) produce por ende los mismos momentos que se hallaban presentes, deviniendo cada uno del otro; es, por tanto, en esta negación no un pasar, sino un coincidir consigo mismo (ein Zusammengehen mit sich selbst). Según la posibilidad formal, por el hecho de que algo era posible, era posible no sólo él mismo, sino también su otro. La posibilidad real ya no tiene frente a sí un tal otro, pues ella es real, en cuanto que ella misma es tam­ bién la realidad» (WL II, 178-486). Sin embargo, con esta especie de transparencia del contenido a sí mismo no desaparece, como podría parecer, la forma; no estamos ante una identidad, de nuevo vacía y abstracta, de forma y conteni­ do. Se mantiene la forma en cuanto relación de lo interno y de lo externo en un sentido máximamente dinámico, en cuanto que no se trata simplemente de que lo interno afluya a lo externo y de que lo externo refluya sobre lo interno. Se trata, muy al contrario, de

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