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LO ABSOLUTO Y LA REALIDAD 241 también en el ámbito del ser y de la esencia, bien que en ambos casos bajo la perspectiva del ser-en-sí, aún no del ser-para-sí (WL I, 41 ss.-54 ss.). Hay, pues, una cierta ambigüedad en el hecho de que la doctrina de lo absoluto sea expresamente tratada dentro del contexto del concepto de realidad. Y, sin embargo, vamos a ver que tiene su importancia el hecho de que Hegel lo trate en este lugar, ya que de esta forma va a quedar más patente el sentido de la realidad en WL. Podemos anticipar que Hegel se propone nada menos que invertir el sentido del modelo propuesto por Spinoza, el sentido, no el modelo mismo. Así se explica que no tenga inconveniente en admitir la estructura esbozada por Spinoza, en cuanto que también Hegel expone un proceso que va de lo absoluto —léase sustancia única e infinita en sentido spinoziano— a los modos, pasando por los atributos. En cambio, lo que en ese proceso acontece es muy distinto en uno y otro caso. La imagen que produce la concepción de Spinoza, al menos a primera vista, y en todo caso tal como Hegel la entiende, es la siguiente: lo absoluto, como sustancia infinita, es causa sui y, en consecuencia, de todo punto necesaria y autónoma. Es simplemente perfecto. El hecho de que necesariamente se exprese en sus infinitos atributos y modos en nada cuestiona su originaria autosubsistencia. Esto supuesto, tanto la noción de atributo como, sobre todo, la noción de modo significan una perfección solamente relativa, al menos si se comparan con la sustancia de la que se originan. Los atributos de pensamiento y extensión son sólo dos de entre los infi­ nitos atributos existentes. Por tanto, aunque infinitos en su orden, en modo alguno lo son absolutamente. Y mucho menos pueden los modos expresar adecuadamente el contenido de la sustancia. Pues al hecho de que cada modo se da dentro solamente de uno de los atri­ butos —en el modo bien de la extensión bien del pensamiento— se añade el hecho de que cada uno de ellos es en sí finito. Tiene, pues, inscrita en su ser una doble desproporción esencial con respecto a la sustancia; la que conlleva el pertenecer a un atributo determinado y la que expresa su propia índole como modo de ser finito. Hegel opina que tal concepción implica forzosamente una devaluación de lo real, de las cosas en cuanto individuales y mutua­ mente diferentes entre sí. No es, en efecto, el panteísmo lo que le

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