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278 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ en este problema carece de objeto, porque supondría nada menos que comentar los capítulos más importantes de WL. En todo caso conviene tomar nota del hecho de que Hegel afirma esa tesis con verdadera insistencia y de que la relaciona aquí explícitamente con las concepciones de Platón y Aristóteles señalando su coinci­ dencia, a la vez que su diferencia. Hegel, por otra parte, se sitúa decididamente en lo que entiende ser la línea aristotélica: Es un pre­ juicio habitual —dice— hacer «consistir la diferencia entre Platón y Aristóteles en que, mientras el primero considera la idea y sólo la idea como lo verdadero, el segundo, por el contrario, rechaza la idea y se atiene a la realidad y por ello ha de ser reconocido como el fundador del empirismo. Sobre esto es preciso anotar que ciertamente la realidad constituye el principio de la filosofía aristoté­ lica, pero no la realidad común de lo inmediatamente dado, sino la idea como realidad. La polémica de Aristóteles contra Platón consis­ te más concretamente en que la idea platónica es caracterizada como mera «dynamis» y frente a esto se hace valer que la idea, reco­ nocida por ambos como lo único verdadero, ha de considerarse como energueia, es decir, como algo interno, que está absolutamen­ te fuera, en consecuencia como la unidad de lo interno y de lo externo o como la realidad en el sentido enfático de la palabra, tal como lo hemos expuesto aquí» (p. 281). En mi opinión la interpre­ tación que Hegel hace de Aristóteles no es del todo correcta. Cierta­ mente la energueia implica la actualización de las virtualidades correspondientes y es, en ese aspecto, una explicitación de lo inter­ no. Pero el sentido de la exteriorización es distinto en Aristóteles, puesto que, en ningún caso, hace consistir lo verdaderamente real en la exteriorización misma. O si se quiere, lo interno en cuanto actualizado, tiene la fuerza de exteriorizarse, pero no consiste en la exteriorización misma. Mientras que la novedad de la concepción de Hegel está, según hemos dicho una y otra vez, en acentuar la exterioridad, Aristóteles acentúa más bien lo interno. Para ser «hege- liano» en el sentido en que el propio Hegel pretende, Aristóteles tendría que haber puesto en juego, entre otras cosas, el principio de la negatividad.

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