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260 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ De alguna forma la insuficiencia spinoziana en la consideración de la reflexión, en cuanto que no llega a verla como principio inter­ no determinante de la constitución de lo absoluto, queda compen­ sada en el concepto leibniziano de sustancia. Ésta, en efecto, es por de pronto una unidad, además «algo negativo reflejado en sí» (ein in sich reflektiertes Negatives, WL II, 167-476), lo que en el contexto hegeliano significa que la mónada supera el estadio de su inmedia­ tez y vuelve sobre sí misma. De otra parte, la mónada es «la totali­ dad del contenido del mundo», puesto que «en ella lo múltiple diver­ so no sólo ha desaparecido, sino que está conservado de modo negativo» (WL II, 167-476). Ya bajo este punto de vista la doctrina monadológica evita el peligro del acosmismo spinoziano. Otra aportación positiva está en que la mónada es esencialmen­ te «representativa» (ibid.), no tiene, aunque sea finita, ninguna pasi­ vidad, puesto que los cambios y determinaciones que en ella ocu­ rren son «manifestaciones de ella en ella misma» (WL II, 167-477). «Es entelequia; el manifestar constituye su propia actividad» (ibid.). Sin embargo, hay dos aspectos en los que la mónada leibnizia- na no ofrece una solución satisfactoria; podría decirse que adolece, muy en contra de la intención de su autor, de un cierto empirismo. Por una parte, la mónada finita, pese a su carácter activo, es limita­ da, lo que quiere decir que no se ha podido «poner» a sí misma, sino que «está puesta por otra esencia distinta de ella» (W II, 167- 477). En este sentido las mónadas finitas tienen un carácter opaco, estrictamente fáctico, puesto que no hay nada en ellas que dé razón de por qué son en absoluto. Por otra parte, en cuanto que son limitadas, se relacionan nece­ sariamente con otras cosas limitadas. Pero, dado que cada una de ellas constituye «un absoluto encerrado en sí« (WL II, 168-477), la relación entre ellas no surge desde dentro de ellas mismas, sino que es igualmente puesta desde fuera: «la relación de las mónadas entre sí cae fuera de ellas, y está igualmente prestablecida por otra esen­ cia, o bien prestablecida en sí» (WL II, 168-477). Las mónadas son, pues, en dos aspectos esenciales, un «en sí», es decir, no son com­ pletamente transparentes. No responden, por tanto, a lo que es exi­ gencia del concepto del absoluto. Hegel acentúa en todo caso, como una contribución de extraor­ dinario alcance, el hecho de que, puesto que las mónadas son «mani-

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