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LO ABSOLUTO Y LA REALIDAD 259 «... la exposición que Spinoza hace de lo absoluto es, por cierto, “completa”, pues empieza por lo absoluto, después hace seguir a éste el atributo, y termina en el modo; pero estos tres están solamente enumerados “uno después del otro”, sin ninguna continuidad en el desarrollo, y el tercero no es la negación “como negación”, no es la negación que se refiere de modo negativo a sí misma, de modo que sea “en ella m isma” el retorno a la pri­ mera identidad, y ésta sea verdadera identidad. Falta, por tanto, la necesidad del procedimiento desde lo absoluto hasta la inesencia- lidad, así como la resolución de ésta, en sí y por sí misma, en la identidad; o sea, falta tanto el devenir de la identidad como el de sus determinaciones» (WL II, 166-476). Adviértase que es el modo lo que se revela como lo verdadera­ mente relevante, como «la negación que se relaciona negativamente a sí misma», lo que es expresión de la verdadera realización de lo absoluto. Hegel llega a acusar a la concepción spinoziana de «orientalis­ mo», en el sentido de que en ella lo absoluto es representado como expandiéndose progresivamente en «creaciones» (Ausgeburten) que se alejan, cada vez más, de la perfección originaria hasta perderse en la noche de lo negativo, puramente indeterminado. En dos pala­ bras: «el devenir está considerado sólo como un perderse progresi­ vo» (ais ein fortgehender Verlust, WL II, 167-476). Pero la cuestión es más compleja, puesto que Hegel personi­ fica de alguna forma en Spinoza el orientalismo, pero en realidad lo ve como diluido en toda la historia del pensamiento, sobre todo del moderno. Una suerte de orientalismo se da en aquellos auto­ res —en la mayoría según la perspectiva de Hegel—, que conci­ ben la sustancia como indiferenciada, inmóvil o inerte, en definiti­ va como algo cerrado ya sobre sí mismo, que en nada necesita de lo otro, ni entra tampoco a formar parte de su constitución. En otras palabras, es la fluidez tanto de la sustancia como del con­ cepto lo que Hegel postula. Y todos los sistemas, en la medida en que desconocen o no toman suficientemente en cuenta esa flui­ dez, son víctimas del «orientalismo», al menos en el sentido de que, al concebir que hay algo no sustancial, lo están considerando al mismo tiempo como sustancial bajo el aspecto deficiente de lo inmóvil e inerte.

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