PS_NyG_1997v044n003p0237_0316

258 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ puesto en sentido estricto. Aparte de que de esta forma se ignora la exigencia básica de toda filosofía —la de legitimar sus propios pre­ supuestos y no admitirlos en definitiva como simples presupues­ tos— se neutraliza en gran medida el alcance de la noción misma se sustancia bajo un doble punto de vista. De una parte, al tratarse de una causa absoluta y no necesitar del concepto de ninguna otra cosa, la sustancia tampoco puede suponer nada como dado, sino que se revela como la acción de poner las demás cosas. Pero esto no es suficiente, pues podría concebirse la sustancia como existien­ do al margen de las cosas concretas y determinadas, como no nece­ sitada de ellas en modo alguno. Y de hecho, tal autonomía es esen­ cial a la noción de sustancia. Lo que ocurre es que, si se entiende esta autonomía como un «más allá» de lo otro, como una especie de círculo que se cierra sobre sí y que no admite en su estructura lo otro-de-sí, la convertimos paradójicamente en algo dependiente de aquello mismo a lo que se opone. Y esto es lo que le ocurre a Spinoza. Su deficiencia, en este aspecto, está en no haber logrado concebir la sustancia como un proceso de salida de sí misma, de exteriorización en lo otro-de-sí. Con otras palabras, frente a Spino­ za, «lo absoluto no puede ser algo inmediato, primero, sino que es esencialmente su resultado» (WL II, 165 - 475 ), resultado no cierta­ mente de otra cosa, pero resultado en definitiva. Esto supone que la sustancia existe como progreso de salida de sí misma y de extraña­ miento, para poder resultar ella misma. Conviene no olvidar que Hegel ve en ello la única forma de salvaguardar y de consolidar el carácter verdaderamente autónomo de la sustancia. Aunque ya hemos aludido a este punto, tendremos ocasión de ver su alcance, al analizar el significado de la realidad como unidad de lo interno y de lo externo. Pero lo más llamativo es que Hegel haga confluir el proceso de autoconstitución de la sus­ tancia en los modos. Éstos, en efecto, son de suyo finitos. Es claro que no se trata de una especie de «finitización» de la sustancia sino, al contrario, de que sólo en la penetración de lo finito y en llegar en éste a la propia y acabada expresión de sí misma, la infinitud se realiza en su verdad, es verdadera o afirmativa infinitud (cf. WL I, 126 ss.-122 ss.). Como resumen de la crítica de Spinoza me parece muy expre­ sivo el texto siguiente:

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz