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LO ABSOLUTO Y LA REALIDAD 257 su raíz. Pues sólo de esta forma es posible salvar lo que de válido tiene el spinozismo. El peligro que tiene la simple indignación como actitud —de la que al menos en este caso no participa Hegel— es que se niegue globalmente la filosofía de Spinoza, cerrando el paso de esta forma a sus enormes virtualidades. Basta llevar el principio de la «determinación como negación» a sus consecuencias —viendo que a su vez la negación es determinación y que postula su propia nega­ ción: negación de negación—, para descubrir en la misma sustancia su propia dimensión sujetal. Pues, en efecto, no se trata de que la primera negación se niegue y de que a su vez se niegue esta segun­ da negación, y así indefinidamente. Se trata de que, al negar la sus­ tancia, se niega lo que ella implica, es decir, la disolución de los atributos y de los modos. Esto lleva a restaurar éstos, pero como la primera negación sigue siendo válida, aunque superada, tal restau­ ración no tiene como sentido volver a los modos como a algo dado de antemano, sino que, una vez disueltos, sólo es posible volver a ellos, en cuanto que son puestos en y desde lo absoluto mismo (cf. WL II, 165-475). 2) En segundo lugar, la deficiencia mencionada, consistente en no dar el paso a la negación absoluta, tiene como consecuencia el carácter fijo, tanto de la sustancia como de los atributos y de los modos. Se parte implícitamente de éstos, como de algo dado, disol­ viéndolos en el abismo que representa lo absoluto. Esta acción de negar es de suyo legítima. Lo que no ve Spinoza —o al menos no lo tematiza— es que atributos y modos no tienen el carácter de algo simplemente dado, sino que son resultado de la posición misma de lo absoluto. En consecuencia, no es que sean negados desde fuera, sino que son ya constitutivamente la acción de negarse a sí mismos. La acción reflexiva de reducir atributos y modos a lo absoluto úni­ camente tiene sentido y es comprensible, en cuanto que extrae de lo absoluto mismo «sus comienzos» (WL II, 165-475), o en cuanto que ve atributos y modos radicados en lo absoluto. Hay, en este aspecto, un empirismo tácito en la posición de Spinoza (ibid.). 3) En tercer lugar, este empirismo se proyecta además sobre la misma concepción de la sustancia. De poco sirve, en efecto, que se la caracterice como causa sui —caracterización válida por lo demás y sumamente importante— si al mismo tiempo se parte de ella como de algo previamente dado, inmediato, como de un presu-

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