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LO ABSOLUTO Y LA REALIDAD 253 mensional, da tanto a la vertiente de la exterioridad como, en la misma medida, a la vertiente de la interioridad. Pues «la apariencia como apariencia» es, por una parte, la acción de aparecer o exterio­ rizarse, refuerza en ese sentido la pura y desnuda patencia de algo; pero al mismo tiempo alude, con la misma intensidad, al hecho de ser aparición de, remite, pues, a aquello que, en la acción de apare­ cer, aparece. Podría, pues, decirse que se trata de una expresión dialéctica y paradójica a la vez. De una parte, se niega que lo que aparece sea un substrato (cf. Theunissen, 25 ss.); pero, por otro lado, se niega que el aparecer sea puro aparecer, mera superficie de las cosas, sino que es, por el contrario, una desvelación de la cosa misma. Por consiguiente, lo que Hegel propugna por este camino no es una «vuelta a las cosas mismas» en el sentido de recuperar a éstas en su inmediatez. Se trata sí de las cosas, pero vistas como apareciendo en y desde su dimensión esencial. Los dos aspectos quedan expresados en el texto siguiente, si bien se acentúa el segundo de ellos: «En segundo lugar, la exposición no tiene que habérselas aquí sólo con lo exterior, y el modo no es sólo la exte­ rioridad extrema,sino que, al ser la apariencia como apariencia, es el retorno a sí, la reflexión que se resuelve a sí misma, y como tal lo absoluto es ser absoluto» (WL II, 163-473). En tercer lugar Hegel vuelve sobre un punto que puede consi­ derarse como confirmación o como legitimación tanto de que los modos representan la realización de lo verdaderamente absoluto, como de que ésta ha de entenderse en el sentido, justamente indi­ cado, de «la apariencia como apariencia». Se trata de que en el hecho de reducir tanto los atributos como los modos «a la indiferente iden­ tidad» de lo absoluto, se está ya, contra lo que a primera vista se pretende, determinando lo absoluto, bien que esa determinación consista en la «indiferencia» o en la «indeterminación». Tal determi­ nación, añade Hegel, pertenece en cuanto tal «al movimiento refle­ xivo» (ibid.), sólo mediante el cual lo absoluto es «el primer idénti­ co» (das erste Identische, ibid.) y tiene «la forma absoluta» de identidad consigo mismo (WL II, 163-474). Pero esto implica algo fundamental por su alcance: que lo abso­ luto no se caracteriza primariamente por ser «lo igual a sí mismo», sino «lo que se pone como igual a sí mismo» (das sich selbst Gleichsetzen- de, ibid.). Lo absoluto es, pues, según eso, pura acción de ponerse o

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