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252 MARIANO ÁLVAREZ GÓMEZ Lo absoluto, en efecto, se niega a sí mismo, su carácter de pura y vacía identidad, niega igualmente la identidad determinada en que consiste el atributo, por ser identidad abstracta, y se encuentra y se relaciona a sí en lo que es diferente de sí: en el modo que, de suyo, dado su carácter finito y mudable, es lo opuesto de lo absoluto en el significado habitual. Se trata de un caso más del principio y del modelo que hace valer Hegel programáticamente y de forma gene ral: «La fuerza del espíritu es tan grande como su exteriorización, su profundidad solamente tan profunda como la medida en que el espí ritu, en su exposición, se atreve a desplegarse y a perderse» (Ph, 15- 11 ). No sorprende que, tratándose del modo de lo absoluto, reapa rezcan expresiones que dan cuenta de esa concepción fundamental de Hegel. Por de pronto, no es que lo absoluto recorra una serie de esta dios, el último de los cuales es el modo. Por el contrario, es en el modo como lo absoluto deviene verdaderamente absoluto: «... dado que la exposición de lo absoluto empieza por su absoluta identidad, y pasa al atributo y de éste al modo, ha recorrido así totalmente sus momentos. Pero, en primer lugar, no hay en esto sólo un comporta miento negativo frente a estas determinaciones, sino que esta activi dad suya es el mismo movimiento de reflexión , y sólo como tal lo absoluto es verdaderamente la absoluta identidad» (WL II, 163-473). Lo absoluto ejerce, sin duda, su propia acción negativa sobre el atri buto y el modo, pero de una parte esa acción transformadora es simultáneamente modificadora de lo absoluto mismo y, a la vez, tanto los atributos como los modos llegan a su propia verdad. Lo significativo, en todo caso, es que sea en el modo, no en el atribu to, donde lo absoluto llegue a ser «verdaderamente la absoluta iden tidad», es decir, «la identidad que es la identidad de la identidad y de la no identidad». Además, esta constitución de lo absoluto en y a través de sus modos lleva consigo un cambio sustantivo en la propia noción de modo, en cuanto que éste, en efecto, no es sólo exteriorización, por extrema que sea, sino que se revela simultáneamente como vuelta- a-sí, o como una exterioridad que, al mismo tiempo y en la misma medida, es profundización y constitución de la propia interioridad. A esto alude la afirmación de «la apariencia como apariencia» (der Schein ais Schein). En efecto, esta expresión es bifronte o bidi-
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