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LO ABSOLUTO Y LA REALIDAD 251 contingencia. La empresa es realmente difícil, porque no se trata propiamente de asumir esta realidad y elevarla al rango de la jerar­ quía ontológica, sino por el contrario de que primera y prioritaria­ mente lo real, lo absoluto se desprenda de sí mismo y «con-des- cienda» —según el modelo de la Encarnación— al orden de lo ínfimo y, en apariencia, inconsistente. Pues es sólo así como lo absoluto puede adquirir verdadera consistencia y llegar a la ple­ nitud de sí mismo. Esta transformación es similar a la que se realiza en el campo histórico-político. La libertad como principio que mueve y estructu­ ra tanto el proceso histórico como las configuraciones políticas (cf. VG, 62 s.) es, análogamente al absoluto, resultado de sí misma o de su propia actividad. Y lo que interesa más concretamente: el hecho de que en un primer estadio la libertad fuera patrimonio de uno solo, en un segundo estadio fuera privilegio de algunos, para convertirse, en el tercero y definitivo, en tarea y prerrogativa de todos y cada uno, no significa que haya ido perdiendo progresiva­ mente en rango y contenido. Ha ido, por el contrario, perdiendo su carácter abstracto inicial, para concretarse cada vez más. Uno es tanto más libre cuanto más libres son los demás. Es éste, pues, un modelo paralelo al que se explícita en la doctrina sobre lo absoluto. Ese salir de sí mismo y perderse en la multiplicidad y en la variedad implica un fortalecimiento, en modo alguno un debilitamiento, de lo absoluto. Es lo que, como indicaba antes, viene a expresar la con­ cepción hegeliana sobre «el modo del absoluto». Hegel quiere dejar bien claro que no se trata de que lo absoluto, ya plena y definitivamente constituido, se muestre y se revele en y a través de los modos, dignificando, por así decirlo, la índole de éstos. Se trata, por el contrario, de que «sólo en el modo el absoluto está puesto como identidad absoluta» (W II, 162-473). En este orden la apariencia (Schein) no es ya apariencia de algo distinto de ella misma, ni tampoco es algo consistente en des-aparecer; constituye no una aparición fugaz, sino la presencia, la verdad de lo absoluto. Es «la apariencia como apariencia» (der Schein ais Schein); en terminología más especulativa, «la negatividad que se relaciona a sí» (die sich auf sich beziechende Negativitát, WL II, 163-472), es decir, la acción por la que lo absoluto, a la vez que se niega a sí mismo, se reencuentra en lo mismo que es resultado de esa acción de negarse.

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