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250 MARIANO ALVAREZ GÓMEZ ciertamente expresiva: «... por cuanto él (el atributo) está considera­ do como lo interior de lo absoluto y su propia determinación es la de ponerse como modo, esto constituye el ser-fuera-de-sí de lo absoluto, su perderse en la variación y contingencia del ser, su haber traspasado a lo opuesto sin retorno en sí; lo cual es la multiplici­ dad, carente de totalidad, de las determinaciones de forma y conte­ nido» (WL II, 162-473). Con esos términos: salir fuera de sí, perderse, pasar a lo opues­ to... viene a expresar Hegel una motivación fundamental que acom­ paña a la filosofía desde la época griega: recuperar lo múltiple, mudable y contingente en el sentido de que adquieran una especie de estatuto conceptual. Es algo así como dar expresión a la postula­ da presencia del logos en el todo de la realidad. Pero esto, a su vez, ha de entenderse, según Hegel, no en cuanto que exista una espe­ cie de realidad cualificada y aparte, algo así como un santuario de la realidad, únicamente con relación al cual el resto se dice real, bien que en un sentido secundario: idea, sustancia, Dios, etc.; más bien se trataría de que esas formas privilegiadas del ser pierden sus presuntas prerrogativas, pasando a ser constitutivamente eso mismo que, desde otra perspectiva, sólo es reconocido como una especie de ser de segundo grado. i En efecto, no se trata de que, además de la idea, se reconozca a sii manera lo sensible y, paralelamente, además de la sustancia se recónozca el accidente, sino que la idea se desidealiza, por así decir­ lo, \y se sensibiliza constitutivamente, la sustancia se desustancializa y se accidentaliza, etc. Las expresiones «salir-fuera-de-sí», «perderse en la mutabilidad» y similares, lejos de tener un sentido figurado, expresan el proceso de lo absoluto, son índices de «la seriedad, el dolor, la paciencia y el trabajo de lo negativo» (Ph, 20-16). Hegel es consciente de estar llevando a cabo una transforma­ ción en los principios fundamentales, similar a la que emprendió Aristóteles con relación a Platón (cf. Gadamer, 31 ss.). Sólo que la transformación es en este caso mucho más profunda, porque para­ lelamente el platonismo ha ido adquiriendo progresivamente con­ densación y fuerza. Se trata de una «muerte de Dios» especulativa (GW, 133 s.), en cuanto que Dios es considerado como la suma de todos aquellos conceptos que se afirman perentoriamente fren­ te a una realidad pobre y devaluada: multiplicidad, mutabilidad,

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