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DOCUMENTOS SOBRE SOR MARÍA ANA CASTRO VALDÉS. 141 3. Nótese bien que mucho menos pretendemos entrar en el estudio de los fenómenos místicos de Sor María Ana, fenómenos que habrían constituido una flagrante superchería por parte de la religiosa. Sabemos que un estudio a fondo de dichos fenómenos exigiría profundos análisis multidisciplinares, en los que habría que escuchar a la teología, tanto dogmática como espiritual, a la psico­ logía profunda y a la psiquiatría, sin olvidar el psicoanálisis. Parece que cabría provocar este estudio, con los requisitos técnicos actua­ les de las ciencias, a fin de discernir la verdad, con justicia y con misericordia, y separar el trigo de la cizaña (Mt 13, 29). Los juicios humanos no son eternos y la historia comparada de la espirituali­ dad y de la mística puede deparar no pequeñas sorpresas, entre san­ tidad y superchería, entre espíritu sano y patología. 4. Se vislumbran en cercanía dos centenarios que afectan de lleno a Sor María Ana: el de su venida a España para iniciar la aus­ tera vida de las clarisas capuchinas (agosto de 1899) y su falleci­ miento (agosto de 1904). Existen todavía personas sencillas, que sueñan con estas fechas centenarias para que se realice un esfuerzo y se conozca la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. 5. El «caso» de Sor María Ana pervive bajo una fuerte sospe­ cha, causada por ella misma, pero también por los tres actos jerár­ quicos, a los que nos hemos referido. Esa sospecha afecta, ante todo, a ella misma, pero también y en no pequeña medida a su fami­ lia natural, la que todavía vive, y a la familia religiosa, es decir, a la comunidad de clarisas capuchinas del monasterio de Plasencia. Tanto los vivos como los difuntos, las personas como las institucio­ nes, tienen derecho a la fama, tanto más que la óptica ha podido cambiar gracias al horizonte de un siglo. Ésa se ha intentado con diversas manifestaciones y acciones, desde la Defensa que escribió su confesor, el P. Julián Yagüe, CMF, que quedó inédita, hasta el movimiento cubano, que funciona en Miami, con la bendición de la jerarquía católica. 6. Vivimos tiempos eclesiales de diálogo y de reconcliación, no sólo en las graves cuestiones ecuménicas, sino en otras más cotidia­ nas y sencillas, producidas en las iglesias diocesanas. En este nivel la comunidad de capuchinas de Plasencia nunca fue consultada en el problema de Sor María Ana, ni se le permitió exponer sus puntos de vista. Parece que debió ser oída, aunque no hubiera sido más que

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