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124 ENRIQUE RIVERA ñola de Salamanca. Señalamos esta doble corriente desde la pers­ pectiva histórico-cultural de este sentido. En lo que toca a la mentalidad política, Maquiavelo da una infle­ xión que ha sido pauta en la historia moderna de la lucha de nacio­ nes. Hasta que éste escribiera II Principe, el arte de gobernar lo veían los grandes doctrinarios de la política al servicio de la comunidad. Esta idea de servicio la refrenda potentemente el pensamiento cristia­ no medieval con actitud unánime. Pero con Maquiavelo el uso del poder cambia de signo y viene considerado como un bien en sí, como fin último de la política. Puedo recordar mi propia experiencia. En mis años de estancia en Roma gobernaba Italia el fascismo de Musso- lini. Una de sus ideas primordiales, que se respiraba en la calle, con­ sistía en que la política es un bien absoluto al que todo debe some­ terse. De notar que su mismo jefe se vinculaba paladinamente a la doctrina de Maquiavelo, juzgada por el indiscutible. De él asumió que II P rincipe debe detentar el poder como un valor absoluto, al que todo debe supeditarse: religión y ciencia; virtudes y vicios, tradi­ ciones y costumbres. Lo único que ha de tener presente II principe es el éxito. Tal ideal político lo comenta Napoleón en estos términos. «Triunfad aunque sea por los peores medios. Siempre os darán la razón». Se le había anticipado Maquiavelo en este principio que se le ha atribuido: «El fin justifica los medios». Mas en verdad, esta consig­ na moral, tan reprobada y reprobable, aplicada a Maquiavelo, le hace un honor. Cuando se afirma que el fin justifica los medios, se sobren­ tiende que el fin es bueno y por él se quieren justificar los malos medios empleados. Ahora bien; en la mentalidad de Maquiavelo no son malos tan sólo los medios, que él sensibilizó en la astucia de la zorra y en la garra del león, sino que lo grave del caso es que el mismo fin es constitutivamente malo, al juzgar que el poder en sí mismo es un bien absoluto y último, al margen de toda aplicación al bien particular o universal de los individuos y de los pueblos 17. Quiere hallar Maquiavelo respaldo a su doctrina en la historia de Roma. La interpreta casi exclusivamente desde la fuerza y el 17 N. M achiavelli , II Principe, ed. M. C asella , Roma, 1929. Entre sus muchos comentaristas: U g o S pirito , Machiavelli e Guicciardini, Milano, 1944; F. I. C o n d e , El saber político en Machiavelo, Madrid, 1948.

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