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HACIA UNA CULTURA PLANETARIA 131 La primera pudiera tildarse de superficial por estar ligada al sen­ timiento. Reído éste por hombres crueles y duros, vendidos al demo­ nio de una política de poder sin entrañas, ha merecido máximo res­ peto por toda alma buena y noble. Esta alma sintió escalofríos de dolor ante las noticias de los ingentes sufrimientos de los pueblos, tanto en los campos de lucha como en los pacíficos de retaguardia. Este escalofrío se hizo más agudo y universal cuando al final de la contienda se conocieron los inhumanos campos de concentración. «Esto no», dijo resueltamente todo corazón herido. De «esto no», repul­ sa de millones de seres humanos, surgió el clima mental que ha exigi­ do se impida cualquier repetición de aquel insulto al ser humano. Este clima ha hecho resonar la proclama conocida de los derechos huma­ nos. Y lo que es más de admirar y más deseable: la plena aceptación mundial con que esta declaración ha sido recibida y aplaudida 30. La segunda motivación tiene su apoyo en que la humanidad se ha sentido una fam ilia. Y esta convicción se sigue manteniendo al margen de las opiniones de los paleontólogos sobre los orígenes de esta humanidad respecto de una sola pareja —los nombres bíblicos de Adán y Eva—. Uno de ellos, ya mentado, P. Teilhard de Chardin, propone el poligenismo como fuente de la especie humana. Pero este mismo paleontólogo vincula entre sí los seres humanos por ser todos espíritus racionales, capaces de realizar su específica misión humana. Doctrina opuesta al infausto racismo que jerarquiza unas razas respecto a otras 31. Como pensador cristiano me vinculo en este momento a F. de Vitoria para poner en relieve la tercera motivación. Reconozco que hoy se habla más del hombre como persona que como imagen de Dios 32. Pero con Vitoria mantengo que ser imagen de Dios no quita al hombre ningún valor personal. Más bien lo ratifica. Pienso, por 30 Recuerdo en nota la impresión que me produjo una familia alemana al ter­ minar de ver los caprichos y esperpentos de Goya: «Así eran nuestros sueños de horror en el último año de guerra». Cuántas familias podrían repetir la frase. 31 Plenitud de información sobre este tema en Eusebi C o lo m er , El hombre y Dios al encuentro. Antropología y teología en Teilhard de Chardin, Herder, Barce­ lona, 1974. 32 En mi estudio cit. en nota 19 pongo en relieve que todavía León XIII, en sus múltiples documentos, se refiere a la dignidad del hombre, más como imagen de Dios que como persona.

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