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100 MARIANO BRASA DÍEZ textos del Opus Oxon iense reflejan que Escoto por afirmar este extremo: «quod si ens pon a tu r aequ ivocum creato et increato, subs- tantiae et accidenti, cum om n ia ista sint p e r se intelligibilia a nobis, nullum videtur posse p on i primum objectum intellectus nostri». Esto nos lleva directamente al ser real. El ser común es real y, aunque pu^da ser pensado, no nos es lícito pensarlo como ens rationis. Para concebir el ser común como real y no como lógico, debemos admitir una comunidad distinta de la lógica y que se encuentra en la comunidad de la predicabilidad o de la generali­ dad. Lo que es común en la metafísica puede serlo en la razón —como es el caso del universal lógico— , pero eso no significa que sea un ser de razón, un en s ration is , puesto que la metafísica lo considera como ente real. Esa es la razón por la que consideramos a la metafísica como ciencia real, aunque con el peligro obvio de convertirse degenerativamente en lógica si no se procede con cau­ tela, puesto que las dos ciencias actúan normalmente sobre los mis­ mos conceptos, sin otra diferencia que los aspectos bajo los que los consideran y las aplicaciones que de ellos se hacen. Al centramos en el estudio de las Quaestiones in Metaphysi- cam nos encontramos con algunas sorpresas, a veces contradicto­ rias, con otros momentos del proyecto filosófico escotista. Los pun­ tos en los que principalmente se detiene Escoto en este momento y que intenta desarrollar son los siguientes: si el ente es unívoco a Dios y a las criaturas; cuál es el objeto de la metafísica, y si Dios puede ser de alguna manera objeto de la metafísica. Es verdad que en esta obra se estudian otros temas, aunque no es menos cierto que los señalados son los más interesantes y también, por que no decirlo, los más controvertidos. Con respecto a la posibilidad de la univocidad del ente referida a Dios y a las criaturas, la postura de Duns Escoto resulta un poco chocante si consideramos la que mantiene en su Opus Oxoniense. Como ejemplo puede servirnos el texto que encontramos al princi­ pio de la obra y donde se nos dice: -contra qu intam superius argu- tum est d e un ivocatione qu om od o Deo et intelligentiis non videtur esse a liq u id comm un e un ivocum secun dum comm un em op in io- nem: ergo non potest esse un a scien tia d e aliqu o commun i Deo et intelligentiis». Este texto se coloca en abierta oposición frente a la univocidad del ente, pero también se enfrenta al empeño mostrado

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