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74 MANUEL LÁZARO PULIDO bíblico es explicada la naturaleza corporal en su origen como fruto de la producción divina: la creación a partir de la nada y la distin­ ción y el ornamento en los sucesivos días de la creación. Para Bue­ naventura este origen del mundo y las cosas corporales, a partir de la luz de las Escrituras y, por tanto, de la fe revelada, es impres­ cindible para poder comprender y llegar a la verdadera solución de los seres. Su complemento con los esquemas ejemplaristas nos descubren filosóficamente las raíces divinas del origen de todos los seres. Y esta unión con la metafísica ejemplarista viene del mismo relato. El acto creador de Dios en su distinción entre las naturalezas luminosa, límpida y opaca (tres primeros días de la creación, res­ pectivamente) insinúa ya la distinción entre cielos y elementos donde vimos se comprende toda naturaleza corporal. Si el relato mítico de la creación constituye el tapiz sobre el cual la reflexión creatural reposa y, si incluso se pueden observar indicios de una descripción de la naturaleza creada, la Sagrada Escritura no se detiene especialmente en la descripción estricta. Más bien, nos da la directriz de una posterior interpretación 13. La Escritura nos muestra, junto a la creatura, el primer principio. El «libro» de la creatura nos lo muestra como principio efectivo. El «libro» de la Sagrada Escritura como el principio de reparación. La creatura, vista bajo el cristal de la revelación, nos pone en cone­ xión con el primer principio, el acto creador con el acto repara­ dor, el acto de salud 14. ab aetemo, an ex tempore). Este comentario constituye el telón de fondo de la expo­ sición del Breviloquim. Un análisis de la argumentación bonaventuriana sobre el primer versículo del Génesis la encontramos en J. J olivet , «Commentaire philosophi­ que de Genèse 1, 1 chez Bonaventure et Thomas d’Aquin», en AA. W ., In Princi­ pio. Interprétations des premiers versets de la Genèse, Paris, 1973, 213-234. 13 «La escritura nos da una doctrina suficiente, si bien no nos describe tan explícitamente la distinción de las órbitas celestes y elementales y si tampoco nos dice muchas cosas o nada de los movimientos y de las formas de los cuerpos supe­ riores y las mezclas entre los elementos y los compuestos» (B r e v i l p. 2, c. 5: V, 222a). 14 Loe. cit.

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