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84 MANUEL LÁZARO PULIDO según el variado movimiento de los planetas, sus distanciaciones y conjunciones... que dan nacimiento a las estaciones». 2) En la producción efectiva de las cosas generables y corrup­ tibles, o sea, de los minerales, de los vegetales, de los sensitivos y de los cuerpos humanos: «por su fuerza y también por su calor los cuerpos celestes influyen en la producción de las cosas que se engendran de los elementos excitando, impulsando, concillando »44. Esta influencia entre los cuerpos no puede nada en cuanto al alma se refiere, y cuando se dice alma se habla de ser humano. Y en este punto el pensador franciscano es también claro: «Pero de tal manera están dispuestos (los cuerpos) para señal de los tiempos y régimen de las operaciones, que no son signos ciertos de futuros con­ tingentes ni influyen en el libro albedrío por la fuerza de las conste­ laciones, lo que algunos filósofos ban llamado el hado (fatum > 45. Esta imposibilidad se sigue de dos razones. La primera surge del mismo concepto de influencia utilizado por Buenaventura. La segunda deriva de la realidad propia que constituye el alma. La influencia que recibe el alma sólo le viene de Dios. En este caso, nos referimos a la segunda significación de influencia de la que hablamos anteriormente. Esta influencia, denominada por algunos autores como «influencia trinitaria»46, es de carácter distinto. No nos encontramos, como en el caso entre los cuerpos, de una influencia accidental, sino de una influencia que «Dios, superior a todos los seres y soberanamente perfecto, influye soberanamente sobre la universali­ dad de los seres, cuerpos y espíritus... influencia esencial a los seres 43 Brevil., p. 2, c. 4: V, 221b. Cf. II Sent., d. 14, p. 2, dub. 4: II, 369a-370b. Podemos observar en esta descripción que la física celeste está en relación con la metafísica de la luz. 44 Brevil., p. 2, c. 4: V, 221b. 45 Le. Cf. II Sent., d. 14, p. 2, a. 2, q. 3: II, 36la ss. Al respecto, ver la autori­ dad de Agustín, quien dedica en su obra La ciu dad de Dios varias páginas a refutar el Hado (fatum), así los capítulos 1 («La causa del Imperio romano y la de todos los reinos ni es fortuita ni consiste en la posición de las estrellas») y 2 («Semejante y desemejante salud de los gemelos») del libro V. Cf. A g u stín , De civitate Dei, I, 5, c. 1-2, PL 41, 141 ss. 46 Cf. F. de A. C havero , Imago Dei. Aproximación a la antropología teológica en San Buenaventura, Murcia, 1993, 199.

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