PS_NyG_1997v044n001p0067_0095

LA COSMOLOGÍA BONAVENTURIANA: VISIÓN FRANCISCANA... 83 influencia no se ciñe a una acción solamente, sino que se extien­ de sobre todo, al efecto de esa acción, lo que se llama el babitus40 del conocimiento»41. Cuando la influencia se relaciona con la acción que un cuerpo ejerce sobre otro, es el primer caso, es referida normalmente a la acción de un cuerpo celeste superior sobre los cuerpos inferiores42. En el Breviloquium, Buenaventura dedica el capítulo cuarto de la segunda parte a este punto (Sobre la naturaleza corpórea en cuan­ to al obrar y al influir). Se abre este capítulo con la afirmación taxa­ tiva que «los cuerpos celestes influyen (influunt) en los terrestres y elementales». Esta influencia la podemos ver: 1) En las significación diversa de los tiempos, a saber, los días, los meses y los años. Efectivamente, Buenaventura lo razona de la siguiente manera: «Puesto que en los cuerpos celestes hay, por su proximidad al primer Principio, luz, movimiento, calor y virtud o energía — luz, por razón de su forma y espaciosidad; movimiento, respecto del superior influyente; calor, respecto a la naturaleza infe­ rior que la recibe; energía, en relación a todo lo que acabamos de decir— resulta de aquí que los cuerpos celestes, por la luz y el movi­ miento sirven para distinguir los tiempos, es decir: los días, según la luz del Sol y el movimiento del firmamento, los meses, según el movimiento de la Luna en el círculo oblicuo; los años, según el movimiento del Sol en el mismo círculo; por último, los tiempos, 40 Sobre el concepto de habitus, cf. L. de R o u ler s , «Le role du mot habitus dans la théologie bonaventurienne», en Collectanea francescana, 26 (1956) 225-250, 337-372. 41 L. A m orós , B. A perribay y M. O rom í , «Influencia», en Id. (ed.), Obras de san Buenaventura, vol. 1, Madrid, 1968. «Además, la influencia de la luz (eterna) o es la general, por la que Dios influye en todas las creaturas, o la especial, como influye por la gracia» (Scient . Chr., c. 4, concl.: V, 23a). 42 «Parece que ya que el cielo empíreo es el primer creado entre los cuerpos, es el más grande en cuanto a la masa y potencia. Ya que es más grande por la masa, aloja todos los demás cuerpos en su espacio y su continente; como es el más gran­ de por su potencia, vivifica y conserva todos los demás por su influencia...» (II Sent., d. 2, p. 2, q. 2, concl.: II, 74a-75b). En la base encontramos el pensamiento geniásico Gn 1, 14: «Que haya lumbreras en la bóveda celeste para separar el día de la noche, y sirvan de señales para distinguir las estaciones, los días y los años». Cf. II Sent., d. 2, p. 2, a. 1, q. 2: II, 58a-60b; Ib., d. 14, p. 2, a. 2, q. 2ss.: II, 359a ss.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz