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64 ALEJANDRO VILLALMONTE nacer del Espíritu Santo. Ciertamente, que siendo el hombre ontoló- gicamente lábil lo es también moralmente; es un ser pecable, p e c a ­ dorizo. Por necesidad histórica-psicológica-moral llegará a ser peca­ dor real. Pero esta condición pecadora crea una «nueva», adveniente y secundaria necesidad del Salvador y nueva incapacidad de salva­ ción en el hombre. Porque antes de que el hombre sea pecador, por su condición creatural, por su finitud al modo dicho se encuen­ tra ya en necesidad absoluta del Salvador y en total impotencia para obtener la vida eterna por sus solas energías humanas. Por eso, no vale la argumentación teológica de san Agustín y de toda la teología occidental: hay que poner un pecado que afecte universalmente y sin posible excepción a todo hombre que llega a este mundo, como es el pecado original, porque de otro modo no se salvaguarda la necesidad absoluta del Salvador, la universal inca­ pacidad del hombre para obtener la vida eterna. El pensamiento de san Agustín y de sus sucesores en la defensa del pecado original, insisten en que se defiende su existencia Ne evacuetur Crux Christi! aparece falso, insuficiente, ineficaz. Incluso superficial, ya que no acierta con la razón profunda de la necesidad de la necesidad del Salvador: la condición creatural/finita del hombre, incapaz de con­ quistar su Fin al que ha sido destinado. La condición pecadora es adveniente, histórica, coyuntural. Valiosa para una proclamación pastoral, predicatoria, kerigmática del Mensaje evangélico de con­ versión. Pero superficial, secundaria, insuficiente para la cien cia teo­ lógica, que estudia los hechos y verdades de la fe por sus últimas causas y raíces primeras. Podría pensarse que para mantener la teoría del pecado origi­ nal queda el recurso a los textos bíblicos clásicos como Rn 5, 12-21 y Gn 2-3. Pero los teólogos que han estudiado el problema estos últimos decenios han rechazado decididamente la teología de Adán con todas sus concomitancias y dependencias. Ya hemos menciona­ do aquí el testimonio de AV. Ahora bien, eliminada la teología d e Adán «originante» del pecado original (originado) éste carece de sen­ tido: Porque en san Agustín y en toda la tradición católica, durante quince siglos, el pecado original es de origen ad án ico : o de lo con­ trario hay que declararlo inexistente. Por lo demás, apenas será necesario mencionar lo inconciliable que resulta la teología de Adán y todo lo referente al pecado original con los mejores logros del

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