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60 ALEJANDRO VILLALMONTE hablar, por ejemplo, de un doble fin del hombre natural y sobrena­ tural. O bien una mera «potencia-obediencia» respecto a la Gracia. Expresión que apenas puede evitar una visión neutra y meramente negativa de las relaciones entre naturaleza-gracia. Incluso una muta­ ción en el proyecto de Dios respecto al hombre. Como si en un pri­ mer momento estuviese la naturaleza, con todas sus perfecciones y energías, y en un segundo plan Dios —pensando mejor las cosas— hubiese decido completar su creación poniendo en marcha otra nueva creación. Hasta tiempos recientes en español y en otras lenguas moder­ nas, el lenguaje teológico y religioso era el único usuario de la pala­ bra «sobrenatural». Lo hacía en pacífica posesión. En la actualidad «sobrenatural» se utiliza con frecuencia para significar lo maravilloso de los fenómenos de espiritismo, de magia, de ocultismo. En este caso el teólogo debe tomar cautelas al seguir usando esta palabra. Aunque, como es obvio, no se trata de mera cuestión de palabras. Existe el problema de fondo antes señalado. Por mi parte, en éste como en otros momentos de todo el pro­ blema «naturaleza-gracia» buscaría el mejor apoyo en la teología escotista. Dentro de ella el término «sobrenatural» se reserva para referirlo siempre al agente divino Dios, quien de forma libérrima, absolutamente gratuita, de modo divino llama al hombre a la visión beatífica, concrea en su espíritu el deseo natural/ontológico de la visión y amor intuitivo. Por consiguiente, la visión beatífica, hablan­ do en propiedad y desde la realidad del hombre, no es sobrenatu­ ral, será naturalísima: nada desea tanto el ser humano, con mayor fuerza «natural», que ver a Dios. Y nada plenifica y gratifica su ser natural como el ver a Dios: «al alma capaz de la Trinidad sola la Trinidad puede satisfacerla» (san Buenaventura). En ambos casos y en toda la economía de la salvación, lo que hay de «Sobrenatural» es la energía y la fuerza divina con la que aquel deseo ontologico que tiene el espíritu es satisfecho por Dios: el modo divino, gratui­ to, gracioso y libérrimo, es lo Sobrenatural de verdad. De esta forma el peligro de extrinsecismo de la Gracia queda superado y se cum­ ple a satisfacción y toda en profundidad el viejo axioma: la Gracia no destruye la naturaleza, la plenifica. Y se mantiene la justa ten­ sión y equilibrio entre la inmanencia y la trascendencia tan buscado por la antropología y la caritología católica de nuestros días.

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