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NATURALEZA Y GRACIA. EL PECADO ORIGINAL. EL SOBRENATURAL 57 Al propio tiempo, para salvaguardar la trascendencia absoluta del Fin: visión beatífica, hay que decir el deseo de ver a Dios es natu- ral/naturalísimo, «como incrustado del alma en el más profundo cen­ tro» (san Juan de la Caiz), en cuanto a la tendencia y aspiración. Pero es del todo inalcanzable para la energía de que el hombre puede dis­ poner. Es «natural» en cuanto a la apetencia, «sobrenatural» en cuanto a la forma de alcanzarlo, a la atingencia. La sobrenaturalidad está toda por parte de Dios. Y significa que el llegar a participar de esta visión beatificante es don absolutamente gratuito de Dios. No obstante que el hombre lo apetezca desde «el hondón del alma». Surge en este momento lo que De Lubac llama «la paradoja de la visión cristiana del hombre». La afirmación de que éste se diga ordenado, como único fin último y beatificante de su vida, a un bien que no puede conseguir por el despliegue de sus energías natura­ les, intrínsecas. La objeción ya se la hacían a santo Tomas y a Duns Escoto los humanistas del siglo xiii , los cultivadores del llamado ave­ rroismo latino. Y la resolvieron ambos diciendo que la suprema per­ fección y nobleza del hombre, lo que le eleva sobre los otros seres del universo es precisamente el tener capacidad de recibir al Infini­ to, capacidad que los otros no tienen. De todas formas ya es sabido que la propuesta de un deseo natural de ver a Dios que, sin embar­ go, fuese posible de ser cumplido por el despliegue del dinamismo humano, incluso en su más pleno rendimiento, ha dado origen a la celebre objeción: un deseo «natural» repugna que la misma naturale­ za no tenga en sí los principios internos para poder cumplirlo, al menos en circunstancias normales. Ya en su tiempo previo esta obje­ ción Duns Escoto. Y respondió que el deseo «natural» de ver a Dios, si bien no puede ser cumplido por la energía de la naturaleza crea­ da, puede ser cumplido por la acción/donación graciosa de Dios. Realizado este deseo, no se envilece la «naturaleza humana» (non vilifico naturam (Escoto) sino que se desvela la gran perfección ontologica de que está dotada»11. 11 Texto de Duns Escoto al respecto Ordinatio I, Prol. p. 1, q. Un. n. 2 (Ed. Vaticana I, 15; y n. 33, p. 19). Otra redacción en Lectura, Prol., p. 1, q. Unic., nn. 2 y 37 (XVI. -12. «et ideo non vilifico naturam» en ib., 16. Rep. París, Prol., q. 3, art. 3 (Ed. Vives XXII, 50a). Comentario en el artículo nuestro citado en nt. 10.

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