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NATURALEZA Y GRACIA. EL PECADO ORIGINAL. EL SOBRENATURAL 55 Languidecía bajo el peso de su conservadurismo, de su afán restau- racionista. Varada en la repetición de sus viejas glorias. Dejando otros aspectos, para mí menos interesantes, me voy a ceñir a estos puntos: 1) el deseo natural de ver a Dios = desiderium naturale vivendi Deum; 2) el tema de la «naturaleza pura»; 3) discu sión en torno a la palabra «sobrenatural»; 4) teología del sobrenatu ral versus teoría del pecado original. 1. El deseo natural de ver a Dios = Desiderium naturale viven d i Deum. —El problema de armonizar «naturaleza-gracia» es viejo de quince siglos en nuestra teología occidental. Lo inicia san Agustín, se mantiene y logra un renacimiento en los grandes maestros del siglo xm, con mayor agudeza y complicaciones en la teología postri- dentina. En los comienzos del siglo xx se plantea similar problema bajo las categorías de la trascendencia e inmanencia de la Gracia. El giro intensamente antropocéntrico de la cultura en toda la época moderna no pudo por menos de impactar también nuestra teología y nuestra religiosidad. No se soporta que se hable de gracia que se le conceda al hombre como algo venido de fuera, extrínseco a él, a su naturaleza. Sería tachado de in-humano o incluso anti-humano, deshumanizador. Ni se cumpliría aquel principio que se maneja siempre en esta problemática: Gratia non destruit sed p erficit natu- ram: la Gracia no destruye , p erfeccion a la naturaleza. Pues bien, sólo salvaguardamos en forma aceptable la tensión entre inmanencia-trascendencia de la Gracia en la medida que admi tamos y expliquemos correctamente que la existencia en el espíritu humano de un deseo n a tu ra l de ver a Dios. Sobre este tema ya hablaron expresamente los grandes escolásticos medievales. El pen samiento de santo Tomás parece indeciso al respecto. Tanto al expo ner la naturaleza de este «deseo» como en su modo de hablar sobre un doble fin para de la vida humana, uno «natural» y otro «sobrena tural». El beato Juan Duns Escoto ofreció en aquella temprana época la solución que, en sus rasgos básicos, parece como la única acep table. H. de Lubac, después de largas investigaciones históricas sobre el tema, ofrece una explicación coincidente, en sus rasgos esencia les, con la ofrecida por la tradición teológica escotista. AV está de acuerdo con la interpretación de De Lubac. Éste procura traer a su partido al doctor Angélico, pero tal vez en esto no tuvo acierto. En mi opinión, el verdadero representante del tomismo histórico y del
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