PS_NyG_1997v044n001p0043_0065

NATURALEZA Y GRACIA. EL PECADO ORIGINAL. EL SOBRENATURAL 53 les prevenga, como hizo con María, para que no pasen a ser formal y personalmente pecadores. Pero el hecho de que todo hombre sea pecador (virtual o formal) no descubre la razón última y más pro­ funda de por qué necesita, en absoluto, del Salvador. Desde hace tiempo, y cada vez con mayor firmeza, vengo sos­ teniendo que todo hombre, en la actual economía e historia de sal­ vación, entra en la vida en situación teologal de gracia, en amistad con Dios, incorporado ya —formal y personalmente— a Cristo como Sacramento universal de salvación. El prof. AV no admite esta nues­ tra propuesta. Sin embargo, una vez negado el pecado original en el recién nacido, inevitablemente hay que llegar a afirmar en ellos el estado de gracia inicial al que hemos aludido. En efecto, AV no admite la existencia de un estado de «naturaleza pura», ni siquiera su posibilidad. Lo comentaremos más adelante. En esto estoy plena­ mente de acuerdo. Ahora bien, si el recién llegado a la existencia no se encuentra ni en estado de pecado (original), ni en estado de gracia, ¿cuál será su situación teologal? AV niega que pueda hablar­ se de situación «teologal», ni de gracia, ni de pecado respecto a tales seres humanos. Pero entonces ocurre preguntar si el prof. AV no reserva para ellos un estado de inocencia, de integridad «natural». Situación neutra e indiferenciada entre el pecado y la gracia. Por otros caminos llegaría a admitir que todo hombre nace en estado de «naturaleza pura», inocente, íntegra, libre de pecado; pero toda­ vía no ha recibido personalmente la gracia de Cristo. Por terminar esta cuestión —que no creo sea bizantina dentro del inmenso campo de la teología del pecado original— diría lo siguiente: Dado que todo hombre está ordenado al Fin sobrenatural y que no tiene otro fin «natural»; dado que sobre todos y cada uno de los seres humanos tiene Dios voluntad salvífica verdadera y sin­ cera, se sigue —dentro de una lógica al mismo tiempo racional y creyente— que todo hombre, contados uno a uno, se encuentra en relación/situación positiva respecto a ese Fin, es decir, en estado de gracia. O bien en situación negativa, es decir, en estado de pecado. No cabe neutralidad ni estado intermedio entre la gracia y el peca­ do. Ni el adulto ni el niño de un día. Para AV, para mí mismo ni para la sensibilidad cristiana de nuestros contemporáneos nos suena estridente y hasta increíble la vieja creencia en el pecado original. Por fortuna tenemos la gratificante alternativa de poder decir que

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz