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RECEPCIÓN DE LA «ORDINATIO SACERDOTALIS» 39 «Vosotros no os dejéis llamar Rabbí, porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos». Tampoco suele citarse en los documentos romanos el instructi­ vo episodio de Pablo y Pedro en Antioquia, en donde dicen que Pedro fue obispo. La conducta de Pedro no era buena, dividía a la comunidad y arrastraba con su ejemplo a otros cristianos, incluso a Bernabé. Pablo no pudo resisitr más y se enfrentó con Cefas cara a cara, porque era digno de reprensión: «En cuanto vi que no pro­ cedían con rectitud, según la verdad del Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: “Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?”» (Gal 2, 11-14). Aquí no es Pedro quien da ánimo a los hermanos, sino que es amonestado, es corregido porque los desvía del buen camino. Una vez es Jesús, otra es Pablo quien reprende a Pedro. Y por supuesto, en tantas cartas como Juan Pablo II nos ha diri­ gido a los sacerdotes, que debemos agradecerlo de corazón, nunca ha citado los pasajes bíblicos que más expresamente hablan de las virtudes y cualidades que deben tener los obispos o presbíteros según la Carta pastortal a Timoteo 1, 3-4: «Es necesario que el obis­ po (éjiiaxojiog) sea irreprensible, varón de una sola mujer [es decir, no casado en segundas nupcias], sobrio, sensato, educado, hospita­ lario, apto para enseñar... Que gobierne bien su casa y mantenga sumisos a sus hijos con toda dignidad; pues si alguno no es capaz de gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la Iglesia de Dios?» (1 Tim 3, 4). El «epíscopos» de que aquí se habla se parece muy poco a los obispos de hoy. Lo que aquí se pide es ejemplaridad en las circuns­ tancias de aquel tiempo. Se describen las dotes y cualidades que debe tener un dirigente eclesiástico. ¿No tienen valor estas cualida­ des para los sacerdotes y obispos de hoy? Y si en este caso es pre­ ciso saber adaptar y relativizar las recomendaciones de la Escritura, ¿por qué no es lícito hacerlo en otras ocasiones? 14. Se impone una reflexión final. Gran parte de los proble­ mas que sufre la Iglesia y la teología de hoy, no provienen de los teólogos, de los escrituristas o de la vida de los fieles, sino de los documentos del magisterio eclesiástico que no acierta a ofrecer soluciones teológicas y pastorales, desde la fe y el Evangelio y desde

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