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38 DOMICIANO FERNÁNDEZ de la potestad del Romano Pontífice para dirimir las controversias en materia de fe y de costumbres para que la Iglesia pudiera desa­ rrollarse y gobernarse sin dificultades. En cambio, las dificultades que han creado estos dogmas superan a las ventajas que pudieran tener. Tampco era necesaria la definición dogmática de la Asunción, porque ya era la fe común en la Iglesia. Esta definición ha creado problemas graves a otras iglesias cristianas e incluso a las iglesias orientales, que desde muy antiguo (por lo menos desde el siglo vi) celebran con gran solemnidad dicha fiesta. La misión del Papa es presidir en la caridad y favorecer y man­ tener la integridad de la fe y la unidad de toda la Iglesia católica e incluso, en lo posible, de todos los cristianos. Las definiciones dog­ máticas, si se trata de una verdad fundamental de la fe o de la cons­ titución de la Iglesia, son necesarias. Pero, si se trata de cuestiones un tanto secundarias o de cuestiones disciplinares y otras semejan­ tes, sería preferible que fueran propuestas por la autoridad compe­ tente y por medios ordinarios, sin apelar a las fórmulas solemnes e invocar la autoridad de Cristo. 13. A mí me llama mucho la atención que en los documentos oficiales se citan muchas veces «Tu es Petrus...» (Mt 16, 16-19), «con­ firma fratres tuos» (Le 22, 32), «pasee agnos meos, pasee oves meas» (Jn 21, 15-16) y se omiten otros que también son importantes. En el Evangelio de Mateo, a las palabras de la confesión de Pedro y pro­ mesa del primado, sigue otra escena de signo diferente: Jesús, «vol­ viéndose, dijo a Pedro: “Apártate de mí, Satanás; escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”» (Mt 16, 23). Los planes de Pedro eran muy distintos de los de Dios. Se podrían citar no pocos textos de Mateo, de Juan o de Pablo importantes para el gobierno de la Iglesia que no suelen ser cita­ dos. Sólo un par de ejemplos. Refiriéndose al modo de gobernar, dice Jesús a sus discipulos: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro siervo, y el que quiera ser el primero, será vuestro esclavo» (Mt 20, 25-26). Esto tiene aplicación en la comunidad cristiana a las igleisas locales y a la Iglesia univer­ sal. Y no debiéramos olvidar Mt 23, 8, que cito muy incompleto:

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