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RECEPCIÓN DE LA «ORDINATIO SACERDOTALIS* 27 Decreto de la Congregación de la Sagrada Suprema Inquisisión, como dicha Carta Encíclica nuestra, añadiendo la pena de excomunión con tra los contradictores, y declaramos y decretamos que si alguno, lo que Dios no permita, llegara a tanta audacia que defendiera que cual quiera de las proposiciones, opiniones y doctrinas reprobadas en uno u otro de los documentos arriba dichos, queda ipso facto herido por la censura irrogada por el capítulo Docentes de la Constitución Apos tolícele Sedis, que es la primera de las excomuniones latae sententiae, sencillamente reservadas al Romano Pontifice» (Denz, n.° 2114 en las ediciones antiguas y en la edición española, El Magisterio de la Igle sia, Barcelona, 1963, pp. 509-510). Gran parte de las enseñanzas aquí reprobadas con tanto vigor son hoy doctrina corriente aceptada por todos: la libertad religiosa, la diversidad de documentos y de autores en el Pentateuco, que el IV Evangelio no es obra del hijo del Zebedeo y así tantos otros. 7. Hay otros hechos que no tienen importancia doctrinal, pero que son indicativos de una mentalidad de la Santa Sede y cómo ha tenido que cambiar. En 1904, el cardenal Merry del Val, secretario de Estado de San Pío X, transmite en nombre del Papa unas instrucciones a todos los obispos de Italia sobre el desarrollo de los congresos y asambleas diocesanas. Entre estas instrucciones figura la siguiente: «Jamás se concederá la palabra a las mujeres, por respetables y piadosas que sean». Pero admite una excepción para las reuniones de señoras solamente: «Si algún obispo considerara oportuno permitir reunio nes especiales de Señoras, en ese caso podrían hablar, pero siem pre bajo la vigilancia de serios personajes eclesiásticos»37. J. M. Javie- rre cuenta otra anécdota digna del buen Papa Sarto: «Cuando la princesa María Cristina Giustiniani presentó al Papa Pío X un pro yecto de una organización femenina para contrarrestar el influjo de las asociaciones neutras o sectarias, cuentan que el Papa le respon dió sonriendo: “La dona che la piasa, che la tasa, che la staga in casa” (la mujer que sea guapa, que calle, que esté en su casa)’38. Así se pensaba y así se actuaba en aquellas épocas no tan lejanas. 37 Citado por María S alas , De la promoción de la mujer a la teología feminis ta, Santander, 1993, pp. 16-17. 38 Merry del Val, Barcelona, 1961, p. 281.
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