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18 DOMICIANO FERNÁNDEZ nión diferente o contraria, lo llaman al orden o lo castigan. En este ambiente no puede hablarse de «asentimiento libre». Hoy no se deja hablar a los teólogos que expresen opiniones diferentes de las pro­ puestas por el magisterio, aunque no pertenezcan a la fe cristiana. Una cuestión de fe no puede convertirse en una cuestión de obe­ diencia y de sumisión: «Ubi Spiritus, ibi libertas» (2 Cor 3, 17). Y donde no hay libertad, allí no está el Espíritu del Señor. Cuando los obispos podían hablar con más libertad, manifesta­ ron sus deseos de que se se estudiase a fondo esta cuestión, y varios cardenales, obispos, congresos, concilios nacionales y los mismos Sínodos de los obipos de Róma pidieron que se profundizase en el estudio de este tema o que se procediese a la ordenación de las mujeres 19. Cuenta el cardenal J. Mindszenty, primado de Hungría, en sus Memorias que en el proceso que le hicieron los comunistas, le obli­ garon a firmar su propia acusación. La firmó añadiendo dos letras: c. f. Los comunistas no dieron importancia a estas dos letras, pero Roma supo interpretarlas: coactus feci. Y no concedieron importan­ cia a dicho documento20. Esto debiera aplicarse a todas las adhesio­ nes forzadas. B) T eólogos y grupos que rechazan la infalibilidad de la OS También el famoso documento Kirchenvolks-Begehren (los deseos del pueblo de Dios) del grupo Wir sind Kircbe se pronuncia a favor de la ordenación de las mujeres, aunque sólo trata de pasa­ da el asunto. Refiere Lüdecke que el documento suscitó alarma en el Vaticano. «Por indicación de fuera» tuvo que ser corregido el docu­ mento, como lo dice el mismo escrito al principio. Desde Roma exhortaron al nuncio a portarse con moderación (p. 176). La tesis 16 19 En el capítulo III de nuestra obra inédita La mujer y los ministerios en la historia de la Iglesia, tratamos de los ministerios de la mujer en los Sínodos de los obispos y aducimos diversos testimonios. De las peticiones de las bases y de algu­ nos congresos y organismos oficiales a favor de la ordenación de la mujer, tratamos en el capítulo II. 20 Cf M. A lcalá , Iglesias europeas en catacumbas, p. 147.

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