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CORRESPONDENCIA ENTRE SANTOS 469 Ante esta doble presentación de la espiritualidad de Á. Sorazu se muestra patente la alta sabiduría del padre Mariano, al desenten­ derse de vías, etapas, períodos, etc., expuestos por los maestros de la vida espiritual, que él bien conocía, para atenerse casi exclusiva­ mente —o sin casi— a la mística teológica de San Juan, acendrada por la no menos elevada de san Pablo y que san Mateo resume en la consigna inolvidable de Jesús en su Sermón de la Montaña: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». Qué bien sinto­ niza con esta mística la ingenua confesión que transcribe Á. Sorazu en una de sus cartas: «... había hecho propósito hace unos días de, en adelante, no llamar a Dios sino mi Padre celestial, parecién- dome que era el nombre que mejor le convenía y el que más le gus­ taba oír de mis labios» (p. 383). Esta vivencia teológica de Á. Sorazu explica el choque que tuvo con el padre Arintero, para quien la contemplación mística era la vía ineludible de la santidad. A su estilo dio ejercicios espirituales a la comunidad de Á. Sorazu. Ella los comenta con su peculiar gra­ cejo: «La plática que predicó el primer día, o sea, las palabras de san Juan: “Considerad qué amor tan entrañable nos ha manifesta­ do el Padre...” i ljn 3 , 1 ), ha sido lo único que me ha aprovechado. Todo lo demás me molesta, aunque hable muy bien. Siempre que oigo hablar de mística me ocurre lo mismo» (p. 1275 ). Qué lección tan del día nos dan el padre Mariano y su dirigida, al proponernos el evangélico camino de la santidad: Ir a Dios Padre por su Hijo humanado, acunados por la protección de María. Otras vías y caminos tiene el Señor para llevar a sí a las almas: de noches oscuras y de albores luminosos. Ambos, director y dirigida, los tie­ nen por vías excepcionales. Y esto, pese a las experiencias extraor­ dinarias vividas intensamente por Á. Sorazu. Como historiador de las ideas me atrevo a añadir que las diversas actitudes de la mística cristiana se deben a que unos se atienen —el padre Mariano y su dirigida— a la mística de los grandes maestros bíblicos —san Juan, san Pablo, Cantar de los Cantares, etc...— , mien­ tras que otros han seguido de cerca al supuesto discípulo de san Pablo, hoy llamado el Pseudo-Dionisio. Es de notar su presencia autorizada —lamentable no pocas veces— en nuestros grandes autores místicos. Pero es también de notar la ausencia completa en este gran director de conciencias, padre Mariano de Vega. Para perenne lección.

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