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460 LOURDES GROSSO GARCÍA Opinan algunos teólogos que el profeta no es un místico. Ésta es una afirmación, evidentemente, gratuita si entendemos que la palabra «mística» goza, por su gran abolengo, de buena salud cuan­ do se la considera en sus justos límites y enferma cuando, por el prejuicio, se la relega a esquemas impropios o reductivos. La vida mística, en la que entran de lleno todas las formas de vida consa­ grada 19, hace del religioso el gran profeta de su tiempo. m ¿Cuáles son las líneas maestras del carácter profètico de la vida consagrada? Dicho de otro modo, ¿en qué consiste el perfil del pro­ feta religioso? Dos líneas fundamentales que caracterizan este perfil profètico son la vocación y la misión. El religioso, lo mismo que el profeta, ha sido llamado de tal modo que el origen de su vocación es un sequere me que ha cambiado radicalmente su vida dándole una nueva orientación; es, de este modo, un hombre, una mujer, que tiene experiencia inmediata de Dios con conciencia de haber sido llamado. La vida consagrada es don del Padre (llamada) por medio del Espíritu Santo (moción), que consiste en un camino de especial seguimiento de Cristo 20. A esta llamada le sigue una determinada misión 21 por la cual ya no actúa por cuenta propia, sino en obediencia a Dios. Pero esta misión es pública, pues no puede guardar para sí la experiencia de 19 No debe identificarse la vida mística con la contemplación: ésta es sólo una de sus notas. «Vida mística» es, para el fundador de las Misioneras y los Misioneros Identes, la acción de la gracia divina en el espíritu humano en orden a la consecu­ ción de la suprema bienaventuranza. Esto comporta a quien la recibe, sin distinción de estados, una experiencia espiritual que, incrementativa, lleva al alma a los más altos grados de unión que pueden ser alcanzados en esta vida. 20 Cf. Vita Consecrata, 17-19. 21 Cf. Vita Consecrata, 72: «A imagen de Jesús... aquellos a quienes Dios llama para que le sigan son consagrados y enviados al mundo para imitar su ejemplo y continuar su misión... la misma vida consagrada, bajo la acción del Espíritu Santo, que es la fuente de toda vocación y de todo carisma, se hace misión, como lo ha sido la vida entera de Jesús».

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