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VIDA CONSAGRADA: ¿VOZ PROFÈTICA? 457 a la Iglesia en su totalidad. Una cierta inerrancia, sin embargo, es dada al cristiano por la que esencialmente tienen valor veritativo las manifestaciones o supuestos anuncios que Dios le puede declarar, aunque sea oscura y confusamente, en orden a su vida espiritual o a su proceder sobrenatural en la Iglesia y en el mundo. El profeta ve con una sola mirada las verdades eternas y los hechos en que se manifiestan teniendo como objeto esencial el fin de la historia y el triunfo definitivo de Cristo y los suyos. El carácter profètico de la vida consagrada debe presentar al mundo la forma como este acontecimiento escatologico se evoca anticipadamente: el religioso encarna de una manera especial con su consagración el futuro en el presente. Pero el profeta del Nuevo Testamento, lo mismo que el profeta del Antiguo Testamento, no tiene por única función predecir o manifestar el porvenir. Otras funciones proféticas, de igual o mayor categoría a la de predecir, son la de edificar, exhortar o consolar (ICor 14,3-12), funciones que atañen, de modo especí­ fico, al carácter profètico de la vida consagrada. Para realizar fielmente su misión profètica, el discípulo, el profe­ ta de Cristo, se sitúa «bajo la acción del Espíritu Santo» que, no nece­ sitando como condición el estudio, la preocupación o el esfuerzo per­ sonales de aquél, le inspirará gratuitamente lo que tenga que decir o hacer (Le 12,llss.; 21,12-15). He aquí que el estudio, la preocupación o el esfuerzo personales que requieren las funciones proféticas, no son antecedentes a la moción «incondicionable» del Espíritu; constitu­ yen, más bien, la «estructura del acto obediencial». El religioso, aspi­ rando a la perfección de la caridad, debe, por su carácter profètico, encarnar, como Cristo, la obediencia heroica al Padre: «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,8). La merma de esta obe­ diencia hace lánguido o ineficaz el carácter profètico de la vida con­ sagrada. El espíritu de obediencia lleva consigo la intensidad profèti­ ca. Dígase lo mismo de los otros dos consejos evangélicos, castidad y pobreza, que, junto con el de obediencia, son los tres sacraies de la perfección 13 que se contienen en el sequere me evangélico. 13 Fernando R ie l o , Fundador de las Misioneras y los Misioneros Identes, da esta denominación a los consejos evangélicos: «sacrales de la perfección» que se contienen en el sequere me evangélico: «si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto

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