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454 LOURDES GROSSO GARCÍA peculiar título, la perfección de la caridad. Esta «forma» de vida viene marcada, según el modelo de Cristo 3, por el charisma fundator de los institutos religiosos «con el fin de que en todo caso crezcan y florezcan según el espíritu de los fundadores» 4. El carácter propio y las funciones particulares que caracterizan a los institutos religio­ sos es la forma que éstos, fieles al espíritu y propósito de sus fun­ dadores 5, tienen de vivir la perfección de la caridad. La perfección de la caridad tiene, sin embargo, carácter universal: atañe sin res­ tricción, como atestigua el Concilio Vaticano II, a todo el pueblo cristiano: «Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad»6. ¿Qué añade la vida consagrada al estado común del bautizado? «En la tradición de la Iglesia la profesión religiosa es considerada como una singular y fecunda profundización de la consagración bautismal en cuanto que, por su medio, la íntima unión con Cristo, ya inaugurada con el Bautismo, se desarrolla en el don de una con- 3 Cf. Perfectae caritatis, 25. También, Vita Consecrata, 22: «La vida consagrada “imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia”, por impulso del Espíritu Santo, la forma de vida que Jesús, supremo consagrado y misionero del Padre para su Reino, abrazó y propuso a los discípulos que lo seguían». 4 Lumen Gentium, 45. Cf. Vita Consecrata, 9: «Es un testimonio espléndido y variado, en el que se refleja la multitud de dones otorgados por Dios a los fundado­ res y fundadoras que, abiertos a la acción del Espíritu Santo, han sabido interpretar los signos de los tiempos y responder de un modo clarividente a las exigencias que iban surgiendo poco a poco. Siguiendo sus huellas muchas otras personas han trata­ do de encamar con la palabra y la acción el Evangelio en su propia existencia, para mostrar en su tiempo la presencia viva de Jesús, el Consagrado por excelencia y el Apóstol del Padre». 5 «Cede en bien mismo de la Iglesia que los Institutos tengan su carácter y función particular. Por lo tanto, reconózcanse y manténganse fielmente el espíritu y propósitos propios de los fundadores, así como las sanas tradiciones, todo lo cual constituye el patrimonio de cada instituto» (Perfectae caritatis, 2b). «Ante todo se pide la fid elid a d a l carism a fu n d a c io n a l y al consiguiente patrimonio espiritual de cada Instituto. Precisamente en esta fidelidad a la inspiración de los fundadores y fundadoras, don del Espíritu Santo, se descubren más fácilmente y se reviven con más fervor los elementos esenciales de la vida consagrada (...). Por eso la Iglesia procura que los Institutos crezcan y se desarrollen según el espíritu de los fundado­ res y de las fundadoras, y de sus sanas tradiciones» (Vita Consecrata, 36 y 48^). 6 Lumen Gentium, 40.

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