PS_NyG_1996v043n003p0453_0464

VIDA CONSAGRADA: ¿VOZ PROFÈTICA? 463 hayan transmitido las estructuras religiosas o sociales, para denun­ ciar con el ejemplo y con la palabra lo que se opone al restableci­ miento del Reino de Dios, incluso con el sacrificio de su vida y de su fama 29. Vituperará, por este hecho, más violentamente a sus correligionarios y a todos los responsables que representan las nor­ mas y las falsean. Forjará también la esperanza abriendo horizontes a la historia, a la humanidad, con su mensaje de perfección. Pero ésta ya no es una perfectio simpliciter, sino el modo de ella, el ori­ gen y fin de la perfección, que es distinta de la perfección misma. Es la región de los orígenes, ese origen que se pierde, anterior a todo, y que es la savia misma de lo que es la mística unión con la Santísima Trinidad. Una de las características esenciales que determinan la misión profètica es que la profecía exige para su cumplimiento el esfuerzo colectivo, generación tras generación, de un pueblo; en nuestro caso, de las instituciones religiosas o, inclusive, de la misma Iglesia. La Iglesia hace suya la profecía en las instituciones religiosas y en el pueblo cristiano en general con la certeza de que el contenido del anuncio profètico, que se da en la relación del esfuerzo diario vivi­ do por todos los cristianos bajo la noción de «pueblo de Dios», se cumplirá exactamente aunque al ser humano le resulte imposible. Llamadas están, ciertamente, todas las instituciones religiosas, con la riqueza de su carisma, a hacer posible este imposible; porque lo que es imposible a los hombres, es posible a Dios. Y si es posible a Dios, es posible para aquellos que están verdaderamente unidos a Él. Y son esos que ilusionadamente, día tras día, acometen cierta­ mente en sí mismos, con suprema seriedad, con admirable digni­ dad, con constancia inquebrantable, la exigencia de esa honestidad íntima que los lleva a obrar religiosamente en todas las cosas. La oración y penitencia, traducidas también en esfuerzo, traba­ jo común, empeño personal, como exigencias del amor son absolu­ tamente necesarias para el profetismo. La Providencia divina, de este 29 Estas palabras están en la llamada sacra martirial del Fundador de las Misioneras y los Misioneros Identes, haciéndola éstos suya: «Te prometo, Señor, vivir y transmitir el Evangelio con el sacrificio de mi vida y de mi fama; fiel al mayor tes­ timonio de amor, morir por Ti».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz