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418 M.a DOLORES MATEU MURISCOT en clave de bóveda, y nos castiga metafísica y vitalmente, una y otra vez, con su esterilidad. Llegados aquí debemos cuestionarnos cómo es posible que Cristo —a quien llamamos nuestro Maestro— nos confidenciara que Él es el Camino, la Verdad y la Vida 9 hace ya casi veintiún siglos, y nosotros sólo hayamos extraído de su declaración un mode­ lo tautológico que, desprestigiado por la historia, no ha respondido y muchos menos responde hoy a las expectativas de una Humani­ dad sedienta de verdad y de vida. Si nuestro Maestro respondió con el silencio a la pregunta fundamental formulada desde el modelo griego y con la terminología de ese modelo, ¿cómo es que hemos acogido para interpretarle y anunciarle el mismo aparato conceptual que Él rehusó? El intelectual cristiano, católico, no puede encogerse ante el silen­ cio de Cristo, si no es a riesgo de inconfesarle como carente de res­ puesta satisfactoria, ignorancia propiamente humana; luego no Dios. Aparece entonces el dilema Cristo histórico/Cristo revelado, tan del agrado de la teología contemporánea. El modelo no-cristiano, pseu- dometafísico, adalid de la metafísica fisicalista de raíz greco-romana, responde al silencio del Dios-encarnado con el escepticismo: no es tal Dios. El modelo cristiano exige primero la creencia en su Divini­ dad, para intentar después, con este supuesto, su demostración racio­ nal. Pero el camino teórico que escoge, al no entenderle propor­ cionado explícitamente por su Maestro, acaba siendo el mismo no-cristiano, lesionando así gravemente la credibilidad de una metafí­ sica específicamente cristiana, en aras de una cristianización de la metafísica coseísta ya existente, lograda con la sola luz de la razón, y sin necesidad de que el Hijo de Dios revelara a su Iglesia, en este campo, nada sustancialmente diferente, y mucho menos definitivo. Éste fue uno de los intentos creativos que acometió con todo vigor la Patrística. Hoy día los estudios patrísticos gozan de gran prestigio, pero no siempre ha sido así. Se llegó a hablar incluso de una decadencia o fracaso del pensamiento cristiano en la era post- apostólica. Sin ir muy lejos, cuando en los años cuarenta del pre­ sente siglo apareció la colección «Sources Chrétiennes» dedicada a 9 Cf. Jn 14,6.

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