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PRELIMINARES METAFÍSICOS PARA UNA CONCEPCIÓN. 415 píamente de filiación en el ser humano, sino de creación, primero, en cuanto a su naturaleza, y de adopción, después, en cuanto a su elevación por la gracia a una sobrenaturaleza filial. La universalidad de este concepto de persona humana queda desde su formulación seriamente cuestionada. Su aplicación ética, sobre todo en una sociedad progresivamente abocada a prescindir de la apelación a la Divinidad y la intercesión de los sacramentos para solucionar sus problemas vivenciales, agrava su ineficacia. Numerosos intelectuales cristianos han buscado tablas de salvación en filosofías foráneas, bien prescindiendo de andamiajes concep­ tuales obsoletos, aun reteniendo el esqueleto metafísico, bien ten­ diendo puentes a las ciencias, cada vez más voraces de acaparar toda la verdad que en otro tiempo privilegió a los teólogos. La misma voz «metafísica- produce vértigo en algunas conciencias, que, sin embargo, siguen confesándose hijas de Dios, aunque no de la Iglesia. «Crisis» es la sustituta de «convicción», y «diálogo» oculta el llanto por una respuesta perdida entre las ruinas de la metafísica histórica, que sigue castigando con el silencio a la pregunta del hombre sobre qué es la verdad. A nadie parece interesarle ya una formulación completa y aca­ bada de la verdad si la vida y sus problemas acuciantes han de seguir presentándose cada mañana sin remedio. Es suficiente una pequeña ración diaria, sazonada de historicismo, para seguir vivien­ do, sintiéndonos, con la muerte al otro lado de la pantalla, simple y confortablemente humanos. Lo otro son «metafísicas» de salón u ofi­ cio de filósofos, que tienen como medio de vida el leerse unos a otros, escribiendo o enseñando siempre lo mismo. Pero el atractivo de la verdad, sea la absoluta, sea la cotidiana, formal o vital, científica o ritual, consiste precisamente en que puede irse descubriendo. La fascinación humana por la verdad empieza siendo una pregunta que sospechamos susceptible de respuesta. Aletheia denominamos hace siglos a esta realidad existencial que nos mueve a pensar y a vivir lo pensado, o viceversa. Y Hegel nos recordó hace tiempo en el «Discurso» y «Preliminares» a su Lógica 4 4 Lógica, Ed. R. Aguilera, Madrid 1971, pp. 9-14, 18 y ss. Hegel dice textual­ mente: «Dios es la verdad, ¿cómo podemos conocerle?

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