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434 M.a DOLORES MATEU MURISCOT «No es seguramente demasiado inexacta mi definición de la persona humana cuando digo de ella es alguien-con-conciencia- de-alguien (...). La poesía es esta conciencia objetiva de alguien absoluto, que es custodio de la forma ideal de nuestro existir, de tal modo que nuestro ser real, viviente, camina, transportándose, conforme a este módulo distinto de nuestro existir-en-el-mundo, hacia su consumación final; mientras tanto, vivimos perplejos, doloridos»46. El sujeto de este análisis vital es para nuestro pensador una «presencia» que encuentra dentro. Aquí «dentro» es contenido de su mirada interior, así como núcleo de sus pensamientos; incluso antes de ser formulados. Esta presencia es persona porque se ha optado por la respuesta al «quién». Y ella oculta la verdad que tanto ansia nuestra mente histórica; verdad y presencia que quizá pue­ dan calmar nuestra humana sed ancestral de seguridad metafísica, vital. Hemos dicho que para Rielo esta presencia es alguien; y decir «alguien» es referirnos al «espíritu» (spiritus). Guarda prioridad en la investigación humanística contemporánea el concepto de espíritu. Desde la fenomenología al personalismo, con las matizaciones de los distintos existencialismos, ha sido puesto de relieve repetida­ mente. Nosotros opinamos, junto a nuestro pensador, que es pro­ piedad precisamente del pensamiento español desde sus orígenes esta preeminencia del espíritu en la indagación metafísica 47. Más 46 F. R ielo , Poesía y Mística, Actas del Congreso Mystère et matière, Lovaina 1982. Citaré aquí, como referencia comparativa, estos textos de Karol W o jtyla : «(...) la aceptación de la naturaleza espiritual del hombre en sus manifestaciones auténti­ cas no es resultado de alguna abstracción, sino que (...) tiene forma intuitiva; la espi­ ritualidad está abierta a la intuición, así como a la perspicacia». «Gracias a su autogobierno y autoposesión, el hombre merece la designación de “alguien” (...). Que la designación de “alguien” es adecuada al hombre, se puede demostrar también mediante un análisis del ser del hombre, no sólo de la experien­ cia de la trascendencia de la persona. Pero el análisis del ser al que, en su aplica­ ción al hombre, debemos el concepto metafísico de persona, comienza con la expe­ riencia de la transcendencia y obtiene de ésta su propio material». Persona y acción, BAC, Madrid 1982, pp. 210-211. 47 F. R ielo , Teoría del Quijote. Su mística hispánica, Ed. Porrúa, Madrid 1982. Cf. La persona no es ser para sí..., o. c., pp. 107 y ss.

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